FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Estimado pueblo enlutado: este Barça de la 2013-2014 arrancó con muchos retos. El principal pasaba por revertir la dinámica decadente que comenzó con el adiós de Guardiola. Dicho declive se veía en el hambre de los jugadores -cosa inevitable por el palmarés de los integrantes del vestuario- y en las piernas, cosas de la edad. La llegada de Luis Enrique arregló un par de cosas de un plumazo. Para empezar, volvió la meritocracia: cuentan que los entrenamientos son una guerra donde se deciden las alineaciones. Y el equipo recuperó cierto espíritu atlético, que se traduce en que ahora sí es posible ver sobre el campo a once tíos que están dispuestos a sudar más que el rival. Viniendo de donde veníamos, el salto es grande.
A todo ello hay que añadir el factor hambre. Todo el que llegó a ese vestuario después de 2011 no sabe lo que es jugar una final de Champions y ha ganado sólo una de las tres ligas disputadas con un fútbol que está lejos del que asombró al mundo entre 2008 y 2011. Estas cosas suman, como suma el adiós de Sex y los recientes fichajes de gente seria y trabajadora.
Por eso duele ver que en el momento decisivo de visitar el Averno vuelva al césped el centro del campo de siempre, con un Xavi que estuvo correcto pero que no aguanta los partidos de alto voltaje, y cierto central que ya no engaña ni a las quinceañeras. Pero no duele por los nombres ni por las tácticas, sino porque más importante que eso son los ciclos de vida de cada vestuario. Seguramente -el tiempo lo dirá- el Barça se quedó corto podando el árbol en verano. (Y en ese sentido tampoco ayudó la perspectiva de estar un año sin fichar, pero tenemos la directiva que nos merecemos y cerremos aquí este paréntesis porque uno se calienta y qué sonoros son los insultos que se nos cruzan por la cabeza). Mucho nos da que hasta que Xavi no reciba el homenaje que el Camp Nou le debe, a este equipo le faltará un punto de ambición sin el cual resulta imposible regresar a la elite. Lo realmente grave del asunto es que alineaciones como la de ayer nos hacen dudar de si el Barça está empezando algo prometedor o alargando de mala manera un ciclo glorioso.
Pero nada de eso resultaría tan duro si no fuera porque La Banda vive un auténtico idilio. El campeón de Europa tiene un estilo sencillo de ejecutar, un plan conocido por todos y a eso suma esa oleada de vértigo y euforia que tienen los grandes equipos cuando ya están cuajados y aún no se les ha agotado la ambición. Esa oleada se percibe claramente cuando uno ve a Isco cerrar espacios, a James con una cierta disciplina táctica, a Modric pintándole la cara a Iniesta. No hay que olvidar que el club de Florentino Pérez estuvo más de una década sin ganar la Décima y gastando a manos llenas, y esos son ingredientes poderosos en la pócima de cualquiera. Habrá que ver si a Cristiano y compañía les sigue motivando la Liga, con sus partidos a cara de perro ante rivales sin glamour que se cierran, para saber si alguien está en disposición de discutirle este campeonato al Barça. En Europa, sin embargo, la canción es otra. El pueblo azulgrana puede babear con sus cracks y soñar con pequeños milagros, pero lo cierto es que los grandes equipos nacen de la defensa, crecen en el centro del campo y comparten un hambre y una ilusión que les hace candidatos a todo.
Lleva años encontrar esa química. Sobrevivir a la oleada cuando te la encuentras de morros cuesta aún más, y uno se ve en la urgencia de recomendarles que disfruten cuanto puedan este año pensando que no hace tanto por aquí campaban Migueli y Alfonso Pérez y asumiendo que hoy por hoy nuestro ciclo está por hacerse.
PD. Este texto no pretende acercarles a la cornisa. Resulta que la última vez que empezábamos de cero, en la jornada nueve llevábamos exactamente 22 puntos, con siete partidos ganados, un empate y una derrota y sumábamos entonces +20 en el goal average. Todo exactamente igual que hoy. Es cierto que aquel equipo lo entrenaba Guardiola, sí. Pero no lo es menos que éste tiene a Messi, Neymar y Luis Suárez que, desde ayer, andan un poco más cabreados y pensando en venganzas sangrientas.
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