Ceuta: en algún lugar del norte de África. Región frecuentada por los cabestros legionarios, habitual objeto de visita de líderes mundiales de la zafiedad y de sus ceñudos primogénitos. Recóndito vestigio del imperio español y ciudad de origen, vaya por dónde, de Miguel Bernardo Bianquetti, Migueli, el hombre que más veces ha lucido de azulgrana, que aprovechó ayer para llamar moña a Jeffrén.
No deja de sorprender que en regiones tan remotas se juegue al júngol y eso nos recuerda al impresionante Planeta Fútbol editado por Blume. Sus fotografías le recuerdan a uno la simplicidad del mundo del balón (dos palos y una pelota y a correr) y la inclinación natural del ser humano al ocio y la guerra.
El libro dice muchas verdades, aunque no alcanza a explicar la cara oculta de este deporte ni sus sonrisas cabronas. Cosas como el hallazgo de tres kilos de cocaína en El Prat (foto) justo cuando el Barça regresaba de un lugar llamado Ceuta donde parece ser que también se juega a fútbol.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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