Osadía, Alegría

Fue una imagen para el recuerdo y retrató el cuajo de un futbolista. Neymar, tobillo ensangrentado, grita desde la camilla al banquillo haciendo el gesto de cambio. De cambio de calcetín, claro, porque él quería seguir jugando, encarando, arriesgando el físico a cada acción contra el equipo más duro de España. Para hacer más poético el asunto, Neymar fue cazado por Giménez en su pie derecho, el que calza una bota llamada Ousadia. 

Esta memorable noche de domingo comenzó en esa escandalosa mancha roja, en ese físico de 68 kilos, en ese consumado masoquista, en esos pies de bailarina, que lucen dos palabra: Ousadia y Alegria. Eso fue el Barça anoche. Osadía para ir al cuerpo contra el mortífero pánzer de Simeone, para no rehuir ninguna tángana, para atacar una y otra vez a la mejor defensa del continente. Alegría en las celebraciones, con esta foto maravillosa del compañero Albert Gea, pero también con varias piñas tremendas que se hicieron en cada uno de los goles.

Alegría, joder, porque en verano se acaba el nuñismo; sobre todo porque Messi juega en el Barça, y se ha decidido recordarle al mundo que con trofeos o sin ellos, es el Dios del fútbol, el que dribla a uruguayos dentro del área, el que hace manos si conviene, y defiende en la banda y comete penaltis. Alegría por un equipo que ha recuperado la ambición y las piernas y en este estado sí puede aspirar a tumbar a equipos como el Atlético, al que el año pasado no le hizo ni cosquillas, o el PSG. Alegría, digámoslo, porque por primera vez esta temporada, el Camp Nou sintió que tal vez este equipo en reconstrucción, esta tierna criatura tierna, esconde un candidato a ganar la Champions. Ya lo vieron: Ousadia y Alegria.

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