El pasado lunes se celebró la primera jornada del juicio a los temibles futbolistas del Bada Bing, responsables de diversas fechorías en la Tercera Regional ( http://lacavernaazulgrana.blogspot.com/search?q=pena+negra). Por supuesto, esta Caverna asistió al juzgado para ver la cara de tan juiciosos deportistas.
Israel M. G. era uno de los principales acusados. Se enfrenta a una pena de seis años y cinco meses de prisión y compareció esposado, dado que ya está en la cárcel de forma preventiva. Con las manos a la espalda, respondió a las preguntas que le formularon. El fiscal le recordó que la víctima de la agresión había pedido el cambio suplicando a su entrenador lo siguiente: «Sácame porque me van a matar a mí y a mi hermano». Israel no se inmutó. Admitió que fue «un partido muy duro» y se definió como «un jugador duro en el campo», pero insistió en que aquello era «simplemente un partido de fútbol».
Según la acusación, fue algo más que eso: en cuanto vio que su presa pedía el cambio, hizo una salvaje entrada que le valió la tarjeta roja que necesitaba para abordar a la víctima en el túnel de vestuarios. Según el fiscal, Israel M. G. y dos compañeros más fueron los responsables de las lesiones que sufrió el dorsal número cinco de Rosario Central: «Policontusiones, traumatismo craneal, heridas inciso contusas en el cuero cabelludo, edema subgaleal, contusiones braquiales y torácicas y arrancamiento parcial del pabellón auricular». Además, hubo otros siete heridos.
Cuando su decaración estaba a punto de finalizar, Israel M. dijo lo siguiente: «Es el hecho del fútbol: las patadas». Ayer, viendo la saña de Weligton en su marcaje sobre Messi, otro rosarino, me acordé de sus palabras. El hecho del fútbol. Las patadas. A pesar de los árbitros, incluso a pesar de la justicia ordinaria, este deporte nuestro no es ninguna broma.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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