Han pasado ya ocho meses desde que Capello le quitó la Liga al Barça a base de remontadas y desde entonces he dedicado muchas horas muertas a hacer terapia, a averiguar qué pasó, a encontrar una explicación al desastre. ¿Cómo un equipo con tanta calidad pudo estrellarse tanto? Hay muchas respuestas conocidas. Fue tan simple como que el vestuario se aburguesó y trabajó menos. Al final sólo faltó un punto, un gol, es cierto. Pero si pudiera medirse el esfuerzo por litros de sudor, faltaron varias toneladas.
Viendo el eclipse del sábado en el Calderón, recordé una explicación que me dio cierto sabio que merodea esta caverna. Todo acabó bruscamente con la chilena del crack. ¿Por qué? Por el Efecto Pigmalión. Cuenta la leyenda que Pigmalión fue un célebre escultor que dedicó media vida a pulir un bloque de piedra para convertirlo en una estatua perfecta. El artista acabó enamorándose de su estatua, y sus deseos se vieron cumplidos cuando los dioses la convirtieron en mujer. Sólo su fe le libró de convertirse en un triste solterón.
A partir de su historia, los psicólogos definieron el síndrome, según el cual las expectativas sobre un grupo social pueden afectar a su forma de actuar. El experimento más amplio al respecto se llevó a cabo en colegios de Massachusetts: en vísperas del inicio de un nuevo ciclo escolar, se engañó a varios profesores diciéndoles que algunos de sus alumnos tenían una inteligencia superior y un enorme talento. Los profesores les trataron con particular deferencia y los muchachos, que eran absolutamente normales, hicieron enormes progresos académicos.
Ese éxito radicaba en una premisa fundamental: que los alumnos no supieran que se les consideraba genios. En ese caso, sus ganas de aprender habrían desaparecido y se habrían convertido en auténticos tochos. Esos temidos elogios son los que han llegado en caudalosa cascada al vestuario del Camp Nou desde 2004. A fuerza de oír que eran los mejores, explica el sabio que me contó esta historia, los jugadores creyeron que no necesitaban demostrarlo.
El chute de piropos que recibieron por ganar dos Ligas y una Champions y desplegar el mejor fútbol del mundo sólo decayó con la catástrofe del pasado año. Hasta noviembre, cuando se perdió en Getafe, el vestuario no recuperó la humildad. El diez fue entonces apartado. El equipo recuperó el espíritu, la agresividad. Volvieron los buenos resultados y todos los jugadores sufrían para ganar cada partido.
Pero entonces resurgió esa maravilla llamada Ronaldinho y voló en la noche del Calderón. Viéndole con la melena flotando, el mundo a sus espaldas y las estrellas ante sus ojos mientras remataba a gol, no resulta difícil entender qué pasó: durante 45 minutos, el Barça volvió a saberse el mejor equipo del mundo. Se olvidó de demostrarlo con hechos, pero es que hay goles que hablan por sí solos.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
5 Comentarios
You must be logged in to post a comment Login