El fútbol siempre pone en evidencia a los profetas. Por ello me disculpo al anunciar que hoy empiezo una serie de entradas para explicar cómo el Real Madrid ha logrado convertirse en el engendro deportivo que conocemos hoy. Mis palabras serán seguramente el principal argumento para que la banda de Schuster gane la Liga, pero aun así, no puedo resistirme a comentar la montaña de errores que se han cometido en ese club. En el epílogo de este comentario dedicado a los otros explicaré por qué están encima del Barça, y quedará probado que su candidatura a ganar la Liga no está reñida con su lamentable nivel.
Al principio fue Florentino. Cometió hasta cuatro errores espectaculares. El primero de ellos viene dado por una afirmación que hizo una vez a un cavernícola indiscreto: “Lo malo de los entrenadores es que hay que tener uno”. Dicho lo cual, se cargó a Del Bosque. Queiroz y la pléyade de títeres que le siguieron nunca más tuvieron la autoridad moral de discutir las decisiones del presidente de la Galaxia, a saber: 1) Que la clase media no podía ser barrida como pasó con gente como Makelele, Solari o Morientes. 2) Que no se puede ganar sin centro del campo. El modelo de cinco defensores y cinco atacantes sin nadie capaz de ordenar el juego es una catástrofe que el Real Madrid ha arrastrado hasta día de hoy. Samuel, Woodgate, Cannavaro, Pepe, etcétera evitan menos goles que un centro del campo capaz de llevar el ritmo del partido. Y 3) Que hay que fichar lo que necesita el equipo, no lo que recomiendan los diarios deportivos, As en este caso. Gaspart, Parera, Saviola y Riquelme podrían escribir una tesis a este respecto.
El Real Madrid que ganó la última Liga y lidera la actual arrastra aún los defectos de entonces: poca cohesión en el vestuario, con la yihad hispánica por un lado, los fichajes rumberos por el otro y un tercer grupo de titiriteros autistas. En la medular sólo destruye Diarra y el resto son media puntas incapaces de elaborar y dar pausa al juego. Respecto a los fichajes, en fin, suponemos que Pedja y Calderón tienen el olfato en el bolsillo y que harán lo posible por depredar los recursos blancos como no hace tanto hizo Gaspart en el Camp Nou.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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