“Cuando la persona la atraviesa, en la niebla se forma un pasillo. El pasillo tiene la forma de la silueta de la persona que pasa. (…) A veces se ve un pasillo que es muy desigual y que de pronto se corta en seco. Eso significa, Tania baja la voz, que ha pasado por allí un borracho, ha tropezado y se ha caído. Cuando el frío aprieta, muchos borrachos mueren por congelación. Entonces, un pasillo así parece un callejón sin salida” Ryszard Kapuscinski. El imperio.
No sólo hay que verlo. Hay que emularlo, desde el bar, desde el sofá de casa. Todos de pie ante este Madrid fraudulento, vergüenza del fútbol, que se ha llevado dos ligas seguidas mientras el Camp Nou se perdía ante el espejo. Será la imagen del año, el resumen de cómo la galactización mató al brillantemente bautizado como Deam Team 2 –porque duró sólo dos años-.
Pero los escasos 10 segundos que durará el pasillo tendrán algo de justicia poética. Durante ese tiempo, el barcelonismo podrá mirar a los ojos al primero de los jugadores de la Banda de Bernardo que saltará al césped. Con el siete a la espalda y aspecto y mirada de Capitán Trueno, Raúl sigue siendo el ejemplo de futbolista total. Sin velocidad ni chispa ha sabido inventarse un Real Madrid a su imagen y semejanza, que lo apuesta todo a la casta y la fe. Raúl sabe de historia, y sabe que con esa fórmula le bastó al equipo que levantó Di Stéfano para ser invencible hasta principios de los 90.
El homenaje debería incluir a otros futbolistas admirables: a Cannavaro, ausente, por reivindicar año tras año que su profesión es ganar, a Casillas, otro monumento al fútbol forjado en la Casa Blanca, a Ramos y a Higuaín, que cuando quieren personifican la pura fe, y a Van Nistelrooy, ese mercenario asesino que ha ganado allí donde ha ido.
El tributo sería perfecto con una victoria avergonzada del Barça, que aprenderá esta noche que los pasillos ponen en su lugar al que los hace y al que los cruza.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
2 Comentarios
You must be logged in to post a comment Login