Sí, la Roja, que más de uno creía que era Bélgica, ha resultado ser la mejor selección española en muchas décadas y se ha llevado merecidamente el torneo. La brillantez de este equipo del sabio Luis Aragonés ha enterrado aquel horrible tópico de La Furia, el nombre con que se conoció al equipo en los 80, en honor a su estilo aguerrido, feísta y cuajado entorno a la persona de ese poeta llamado José Antonio Camacho.
Y el salto de calidad de este equipo ha venido mecido por el sublime paladar del fútbol de La Masia. Xavi, Iniesta y Cesc han demostrado al fútbol la utilidad de amar el balón, de moverlo al primer toque, de combinar, tocar y agotar al rival esperando el momento de lanzar el envío decisivo. La selección se ha parecido al Barça y eso siempre es un placer para el espectador, sea eslovaco, tanzano o catalán.
Uno de los temas particularmente escandalosos de esta Eurocopa ha sido el de los cronistas que se entregaban a selecciones ramplonas como Holanda elogiando sin mesura su juego ¡de contraataque! Siempre ha sido fácil jugar con el marcador a favor y el rival desquiciado, más aún a nivel de selecciones, donde por una sencilla cuestión estadística, todos los países tienen por lo menos tres atacantes de calidad, de los que con espacios destrozan a cualquiera. No, Holanda fue un desastre. Pero la exhibición de Rusia contra el nefasto 4-4-2 de Van Basten en la prórroga, eso sí fue fútbol. Y la segunda parte de Italia contra Holanda (recordemos, el partido acabó 3-0) fue enorme, como muchos de los minutos que nos han dado la medular de la selección española.
El segundo fenómeno destacable en el plano negativo ha sido, una vez más, el patrioterismo barriobajero con que nos han castigado los medios incivilizados y algunos de los civilizados de este país. Particularmente triste resulta ver a la radio y la televisión del Imperio del Monopolio degradadas en el lodazal que inventaron gentes nocivas para el periodismo como Tomás Guasch, Roncero, Abellán, De la Morena, Lama y otros cafres mesetarios de sonrisa pervertida que no mentaré. Es cierto que todos los países muestran esta conducta carajillera, pero no lo es menos que eso supone un atentado a la inteligencia y a la sensibilidad.
El éxito de la selección española en la Eurocopa nos ha servido también para corroborar que As y Marca son los grandes tumores del deporte de este país. Unidos en su cruzada raulista destrozaron a Aragonés, desestabilizaron al equipo y a punto estuvieron de dejar al Sabio de Hortaleza sin el merecido colofón a una carrera en la que ya brilla como el mejor entrenador español de todos los tiempos.
Y la Eurocopa nos dejó en la final un espectáculo cinegético impresionante: la cacería que ese depredador felino llamado Torres emprendió a 35 metros del gol de una pobre gacela asustada llamada Lahm. Vean los ojos del lateral alemán, vean los cuádriceps del nueve aguantar el equilibrio y superarle en busca de la gloria, y comprendan por qué en el mundo del fútbol nada se cotiza tanto como esos felinos capaces de oler el gol desde fuera del área.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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