Fue fichando como Joan Gaspart demostró a qué venía al Barça. Overmars, Petit, Rochemback, Geovanni o Saviola fueron ejemplos de cómo dilapidar el patrimonio. Pero nada dentro del vestuario dolió tanto como el fichaje de Gerard López Segú.
Aún hay quien recuerda que su fichaje convenció a Guardiola de dejar el club en que lo había sido todo: procedente del Valencia, el apuesto farsante llegó cobrando más que el gran capità. Su llegada fue todo un insulto a la cantera, a los Valdés, Puyol o Iniesta que aguantaron suplencias y salarios mínimos a la espera de dar el gran salto. Y lo que es peor, ese fichaje segó para siempre la motivación de un chaval que sólo soñaba con volver al Barça para ejercer de millonario.
La aberración se firmó un 26 de julio del año 2000. Hoy se cumplen ocho años y el destino nos regala la presencia de otro fichaje sospechoso en el equipo: Gerard Piqué, potente central, buen toque. Procede del Manchester y es nieto de Amador Bernabéu, un ex directivo íntimo de Darth Johan Vader. Esta vez su precio ha sido más bajo: cinco millones de euros, lejos de los 21 que costó el que fuera campeón del Vallès de gintónics.
El pasado año jugó 11 tristes partidos en la Premier pese a la larga lesión de Vidic. Quienes le quieren bien dicen que perdió la motivación por culpa de Ferguson, que le apartó del equipo tras una juerga. Los que saben de fútbol cuentan que todo el mundo sale de noche. Nunca fue ése el problema, como bien saben Romário, Ronaldinho o Messi. El problema llega cuando se acaba la motivación.
Un ilustre cavernícola quedó asombrado anteayer por el juego de este nuevo guaperas -azulgrana-que-huyó-de-La-Masia-gratis-y-vuelve-atracando. Tiene razón: el julio es mes de optimismo, y no será esta cueva el lobby anti Piqué. Tiene condiciones y dicen que ama el club. Reciba, pues, la presunción de inocencia y el beneficio de la duda.
¿Viene a ganar o a broncearse bajo el neón? Hagan sus apuestas.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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