«Si queréis conocer a un hombre, investidle de un gran poder» (Pitarco)
En el lejano mes de febrero en que se gestaba el nacimiento de esta caverna, se barajó la posibilidad de que -por estética e higiene- estuviera prohibido hablar de Joan Gaspart en este foro. Cabe reconocer que el miedo a las demandas pesó mucho, pero a la vista queda que este humilde espacio, lugar de encuentro de una decena de amiguetes, no tiene visos de acercarme a Alcatraz. Finalmente decidí que no, que a Gaspart se le puede citar, entre otras cosas porque en nuestra cristiana cultura estamos habituados a tener una imagen del mal absoluto, léase Lucifer.
En fin, el bochornoso espectáculo que ha dado Laporta, su vergonzosa manera de aferrarse al poder dejando el área deportiva en manos de un tal Yuste, le ha quitado la careta. Sus vicepresidentes de más peso le han dejado. Los directivos más solventes que le quedaban reniegan de él. A saber lo que dirán en privado. Y al fin l’amic Jan se hermana con Gaspart, el Gran Belcebú, y le discute ese trono. Laporta, el que calificó lo del domingo de «dulce derrota» no es sino otro hombre triste sin otra cosa que hacer que servirse del club en favor de su ego y de su futuro. Su última maniobra, apelando a la junta de compromisarios, es tan vergonzosa, tan nociva para el equipo, que no ha hecho sino recordarnos que la transición después del nuñismo no está cerrada: primero era necesario ver al hijo torpe del Pecident, y luego a su supuesto antagonista, otro impostor falsario.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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