Desde la Biblia hemos crecido con la nociva idea de que existen un bien y un mal absoluto. Las sucesivas civilizaciones que hemos conocido se han asentado en base al odio al enemigo (los celtas, los romanos, los godos, los moros, los borbones, qué más da) y esta concepción maniqueísta del mundo, que tan poco ayuda a la convivencia, sirve a la perfección para explicar la pasión del Clásico.
Será hora y media y será en el Bernabéu, esa plaza donde el color azulgrana es el Anticristo del mismo modo que en Barcelona el color blanco evoca lo peor de la condición humana. Si los chavales de Pep logran ganar, el sábado por la noche será de fiesta, pólvora y excesos junto al Mediterráneo. El empate también sería una proeza que equivaldría al título. La derrota dejaría al líder aún por encima pero con la moral tocada ante la persistencia de un rival obstinado y ganador.
Para vivir esa hora y media que algunos les recuerda lo bonito que es vivir, esta Caverna ha trasladado su base de operaciones a Amsterdam, ciudad amiga, rincón donde nacieron Michels y Cruyff, los hombres que llevaron a Barcelona la exótica idea de que al enemigo hay que atacarle con extremos, con el balón y llevando a la grada un sentimiento: «Estos son los mejores». Proclamar eso en el Bernabéu, combatir el mal absoluto, ésa es la mision del barcelonismo.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
6 Comentarios
You must be logged in to post a comment Login