La fiesta de la Champions en el Camp Nou fue una borrachera de sentimientos. La felicidad de tocar lo imposible y gritarlo al mundo; el horror de añorar a este equipo de póster hasta agosto. Los protagonistas, una ciudad que se sintió Iniesta y Messi. Una legión de futbolistas frustrados que aclamó a sus cracks. Como dijo Villoro, «conviene recordar a los jugadores de sombra, los que se quedaron en el camino, con los huesos o los nervios rotos (…). Ellos, los nunca vistos, fueron tan necesarios como las líneas blancas que separan las letras en los libros».
Pero la fiesta, el hito de los tres títulos, la tercera Copa de Europa, fue sobre todo la celebración por haber cambiado la historia del Barça. El Camp Nou celebraba que su equipo ha arrancado para siempre el miedo, ese cáncer que nos ha acompañado desde que el fútbol es fútbol. El club ya es otro. Les hablaré de nuevo de Fernando Collado, medio siglo de barcelonismo sufridor. «¿Qué quieres que le haga? Es lo que he vivido», acertó a decir, para explicar su miedo al Athletic en la final de Copa. En Roma, bajo el sol, mientras esperaba la hora del partido, ya no era el mismo. «Ganamos seguro: tengo delante a Rooney y está borracho como una cuba», decía, con la misma certeza con que Obdulio Varela vaticinó el Maracanazo: «Esos son japoneses, y a los japoneses se les gana siempre».
Que un culé hable como un uruguayo es un éxito de generaciones. «¿Cómo pudimos, toda una sociedad, vivir en compañía del miedo como si fuera normal? ¿Cómo pudimos, como país, vivir diciendo: ‘por algo será, o en algo andará'», se preguntaba Andrew Graham Yool en Memoria del miedo. La respuesta es compleja. Pero ya nunca se repetirá. El Barça ya no es la tarde maldita de Berna. No es Rexach, ni Pedraza y su pánico a perder la final de Sevilla. Esa fue otra era, ya enterrada. Porque ya tenemos tres: Cruyff dio el golpe de timón, con Rijkaard supimos que Wembley no fue un sueño. Roma fue otra cosa: ganamos con grandeza, con superioridad. Ya son tres, el Inter y la Juve quedan atrás, y sólo miramos adelante.
Este flamante Barça ya espera la próxima final de Champions, que se juega en el Bernabéu. El Barça es Xavi, que este año explicó por qué somos otros: «Nuestra mentalidad es entrar en el campo y agredir al contrario, futbolísticamente hablando». Es Piqué sobre el autobús: un adolescente, un inconsciente, un ganador. Eso es el Barça, para siempre. Y Messi borracho de gloria: «El año que viene vamos a seguir, y vamos a ganar todo y vamos a festejar todo, otra vez». El estadi se sintió conmovido de oírle, de creerle y mirar al futuro, por fin, sin miedo, sin rencor de décadas.
Mientras sonaba el Viva la vida y veía sonreír a sus héroes, el Camp Nou comprendió que el tiempo de sufrir se acabó. La nueva era es la de cantarle al mundo la felicidad de ser azulgrana.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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