¡Esto era el fútbol! No las palizas sumarias a equipos raquíticos y temerosos como el Atleti o el Racing. No las victorias rutinarias con la calculadora de Pep administrando los cambios y los tiempos de cada gol. Qué gran Dinamo. Shevchenko parecía joven, sus compañeros salían a la contra rabiosamente y con un cuchillo entre los dientes. Un homenaje a Blokhin, Yashin y a todo el exotismo del fútbol que vino del frío.
En toda la pasada Champions, sólo el Shaktar con ese coloso llamado Brandao le exigió tanto al Barça en el cuerpo a cuerpo. Y por supuesto, el Chelsea de la noche del alarido. Qué buena la Copa de Europa, en que Puyol se quita de encima cinco años, Keita parece rápido e Iniesta vuelve al eslalom. Qué animalada ver a Ibrahimovic sentar rivales por el camino, verle por fin veloz, con el físico afilado. El Dinamo estuvo tan bien que frustró a Messi, mantuvo la intranquilidad en el Estadi hasta con el 2-0.
Basta de farsa en la Liga, basta de reverencias al Barça. Por bueno que sea, el fútbol se inventó como simulacro bélico en que dos equipos se atacan, no como un mal plagio de sitio de Numancia en que unos cargan y cargan y los otros sólo esconden a las mujeres y los niños. El Dinamo dio anoche una lección: sin miedo en ambas áreas, el fútbol no es puro.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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