Qué bueno que se sepan frágiles. Qué bueno que sepan que el fútbol no respeta nada, ni siquiera al mejor equipo en 20 años. Qué bueno que sepan que un equipo plagado de tíos impronunciables y ex jugadores del Nàstic te puede hacer un descosido. Qué pedagógico saber que e tal Ryazantsev puede meter en el Estadi el gol de su vida y celebrarlo a la manera rusa, con una sonrisa tímida y los brazos a duras penas levantados.
Es que el fútbol es esa cosa indescifrable que el pasado fin de semana le dio una lección a la malvada calculadora de Benítez: http://www.youtube.com/watch?v=fAyacBwooEg. Ese juego de azar insondable en que una tanda de penaltis puede tener un resultado tan asombroso como el que pudo verse el viernes pasado en la final del Mundial sub 20 (http://www.youtube.com/watch?v=ev9hOQXSgvg, no se pierdan al portero con menos estilo y más potra desde Busquets y Angoy).
La Caverna no tiene miedo esta noche. La Copa de Europa es una competición de campeones exóticos, y eso es lo que pudo verse anoche en el Camp Nou. Si quieren equipos miserables en la liguilla, pásense al Real La Banda Madrid Drenthiano, donde gozarán de diversas ruinas balompédicas en todo su raquitismo. Los octavos de final tienen un precio que pasa por doblegar a Mourinho y a los soviéticos a domicilio.
Alguien lo escribió antes:
Si lo que quieres es vivir cien años
No pruebes los licores del placer.
Si eres alérgico a los desengaños
Olvídate de esa mujer.
Compra una máscara antigás,
Manténte dentro de la ley.
Reduce la velocidad.
Si lo que quieres es vivir cien años
Vacúnate contra el azar.
Si lo que quieren es jugar para ganar, monten un trofeo Santiago Bernabéu. Si quieren vivir la vida, vibren y sufran con la auténtica Copa de Europa.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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