a) El africano enloquecido es Adebayor, el delantero que el City fichó del Arsenal este mismo verano.
b) El africano enloquecido juega en casa, pero cruza todo el estadio humillando a Bolt para ir a dedicar el gol a su antigua afición. (1′ 00″). Para que no hubiera dudas sobre sus intenciones, antes (28″), le había marcado la cara a Van Persie.
El rapto de locura ultradefensiva que padeció ayer el Amería haría pensar a más de uno en Adebayor, que fue sancionado con tres partidos porque la FA interpretó lo que era obvio: que su celebración, clasificada como «conducta violenta», fue una forma descarada de provocar al rival.
Con Chico incrustado a Xavi y siguiéndole hasta el córner para amenazar su salud mental, con Ortiz sobre Iniesta y Bernardello dedicado al noble arte de hacer faltas, se hacía imposibe jugar. Sólo Puyol y Maxwell podían recibir con un mínimo de comodidad en lo que parecía más un campo de concentración que un campo de fútbol. Y sin embargo, la opción del Almería fue absolutamente legítima: a punto estuvieron de rascar un punto y de conseguir que ese azote del barcelonismo llamado Hugo Sánchez («¿Te pica la vasectomía?», que decía una célebre pancarta) volviera a ser portada del As.
Por eso, más de uno se quedó pensando que lo único malo del golazo de Pedro fue que no se lo dedicara al mexicano con un sentido y prolongado frotis testicular. Ya saben, el fútbol: el deporte donde es legítimo jugar a desquiciar al rival y es lógico que los comités hagan su trabajo y donde, de vez en cuando, a un goleador se le apetece humillar a sus víctimas.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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