Fue una fría de hace ya 20 años. En compañía de mi primo, vimos cómo el Sevilla de Polster ganó 3-4 en el Camp Nou con infame arbitraje de Brito Arceo. Cuando pitó el final, quise irme. Mi primo negó con la cabeza y señaló a la parte inferior de la tribuna: decenas de aficionados se agolpaban sobre el túnel de vestuarios para arrojar botellas y cojines al trencilla. Su salida del campo fue épica, escoltado por policías y bajo una espesa lluvia de objetos. Lean con detenimiento, debió ser gordo:
A pesar de episodios como éste o el célebre penalti de Guruceta ( (25″), los árbitros nunca deberían ser noticia. Probablemente un día fueron inadaptados, víctimas de bullying escolar, horribles jugadores de fútbol que aspiraban a ser laterales zurdos, gente con vida sexual escasa y apellidos de pazo gallego donde jamás se leyó un libro. Lo propio en la afición es insultarles: desde aquí queremos apoyar el insulto instantáneo, fresco y sonoro, el «¡Burro!», o ese más trabajado, el «¡Sinvergüença!». Pero después del partido, a hablar de los futbolistas.
No es casualidad que nunca jamás en esta Caverna hayan aparecido comentarios sobre árbitros. Eso es exactamente lo contrario a lo ocurrido en los medios afines a Florentino desde que comenzó a perderlo todo. As fue el primer diario que acuñó el término villarato después de haber apoyado descaradamente a su rival en las elecciones a la RFEF, Gerardo González. Según la hemeroteca, la cantinela de que Villar favorece al Barça comenzó en 2004, una época en que el Barça no necesitaba precisamente ayudas para humillar a La Banda.
Esta descabellada teoría de la conspiración es tan absurda que no merece muchos más comentarios. Queridos cavernícolas, aquí no hablaremos de los men in black, es cosa de lerdos. Les dejo, eso sí, lo que el inventor del villarato, Alfredo Relaño, escribió en 2002 hablando de cómo la culerada criticaba a los árbitros: «Eso de la coartada victimista es lo que ha reducido el papel histórico del Barça a su dimensión real: una Copa de Europa frente a ocho. El camino bueno es ignorar las injusticias del azar (una de cuyas formas es el arbitraje) y poner uno de su cuenta los mejores medios. El camino malo es repetirse como una letanía que al rival se le conceden favores y que juega con ventaja, porque eso equivale, justamente, a darse por vencido«.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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