Habría que ver el partido para entender lo que sufrió el Manchester City en su visita al estadio del líder, el Chelsea. El equipo de Lampard atacaba una y otra vez y el balón, como si el campo hiciera bajada, estaba siempre en el área del equipo visitante. Pero aguantaron y ganaron por un contundente 2-4.
La victoria se fraguó en un momento decisivo: al inicio del partido, en los protocolarios saludos, Bridge miró a los ojos a su antiguo amigo del alma pero le negó la mano. El gran John Terry sufrió seguramente su peor momento desde el día en que decidió castigar con un resbalón la prepotencia de su amo ruso. Esa mano muerta, suspendida en el aire sin nadie que viniera a recibirla, es una de las imágenes del año.
Después, la venganza fue cosa de esos dos energúmenos llamados Tévez y Bellamy. Cuando el argentino marcó su segundo gol, lo celebró abrazado a Bridge, señalándole: acababa de revelar la conjura del equipo para regalarle la victoria al cornudo más famoso de las Islas. Y en fútbol, un vestuario conjurado es una de las cosas más temibles que hay.
En todo ello pueden pensar los aficionados de Barça y Madrid en esta nueva y lamentable Liga escocesa que disputan. Es muy probable que gane el equipo que más lo quiera, el vestuario más conjurado. ¿Por quién apostarían ustedes? ¿Por Cristiano, Guti y Ramos? ¿O por un equipo que cada semana alinea a diez canteranos?
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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