Así es, amigos. Con dolor. Es éste un deporte de rampas en verano, carreras solitarias y sprints en pleno agotamiento. De estiramientos torturados, de frío y calor, de ácido láctico cristalizado, de petos malolientes. Y cómo no, un deporte de moratones en la tibia y de roturas musculares.
La plaga de lesiones tiene una explicación sencilla: el Barça jugó el año pasado una decena de partidos más de los que disputa en un año normal. Además, en la primera parte de la temporada los jugadores han tenido hasta ocho partidos a vida y muerte: los que valieron títulos y los que sirvieron para amarrar la clasificación en Champions.
Pero en fin, ha ocurrido y ya está. Los grandes equipos tienen que superar estos contratiempos. Como bien dice Darth Vader, ayer el Barça palmó por culpa de sus centrocampistas y delanteros. Fatal Xavi, Busquets y Messi, por poner tres ejemplos. Fatal la circulación y el juego de posición, aquello parecía una réplica exacta de la noche de los horrores que vivió Rijkaard en Stamford Bridge.
Puestos a perder, mejor contra una gente que está a 18 puntos, en un día en que es fácil hacer un vídeo que sonroje a medio equipo y cuando aún queda mes y medio para el tramo decisivo de la temporada. Y además, conviene que los jugadores, todos, y la afición, entera, recuerden que en esto del fútbol, ganar es un lujo, y sufrir, la pura rutina.
Coda: El dolor es bello. Pregúntenle a Juan Carlos, que vivió esto en el momento más feliz de su vida deportiva. (49″)
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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