Por lo visto, Johnny LaPotra se ha propuesto cerrar el fichaje de Cesc antes de las elecciones. Probablemente lo hace para apoyar a sus peleles. Tal vez lo haga por asuntos pecuniarios, quién sabe. En cualquier caso, ha comenzado a filtrar que el asunto está hecho. Poca gracia le hará el asunto a Rosell, que también quiere al jugador y que tenía a tiro su fichaje habida cuenta de sus privilegiadas relaciones con el jugador y el Arsenal.
Hace ya meses que se insiste en que hay que fichar al capitán de los gunners para garantizar el relevo generacional de Xavi. Hay un clamor absoluto para que así sea. Hasta parece que es íntimo amigo de Puyol, Xavi y compañía. En esta Caverna somos de rencores largos y olvidos complejos y nos gustaría que Cesc, que abandonó el Barça por impaciencia y profesionalidad, siga su carrera en Highbury, disfrutando de su merecido contrato, de su brazalete y de ese equipo de medio pelo donde él es la superestrella. Si hubiera querido, no les quepa duda que estaría ya en el primer equipo del Barça, con la misma proyección pero una cuenta corriente más modesta. Cesc prefirió no seguir el ejemplo de gente como Puyol, Xavi, Valdés o Iniesta y siguió el camino de las prisas. Por eso no es uno de los nuestros.
Desde este foro le deseamos lo mejor, pero no en el Camp Nou. Si quiere jugar aquí, que venga con la carta de libertad o negociando un fichaje barato. Sin ese requisito, que conozca mundo. A algunos les parecerá una imprudencia y se asustarán con su fichaje por La Banda. Se equivocan: lo imprudente sería dar el mensaje equivocado a las generaciones de cracks que se están haciendo en La Masia. Lo que da miedo es pagar 40 millones para sentar el peor de los precedentes.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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