Refiero, en primer lugar, que con un raquítico grado de temperatura he visitado Canaletes esta noche, que he bebido de la fuente, triste y sola, que no he saludado al motorista que daba bocinazos bajando La Rambla, como no he aplaudido los tres cohetes que han detonado en la oscuridad barcelonesa. Admito, asimismo, que se me apetecería muchísimo hablar de cómo se vivirán las semanas en esa ciudad de periodistas zumbados, con esos largos siete días entre partido y partido, y mofarme de cómo le venden ahora El Proyecto a Ribéry.
Señores, en esta noche feliz hay cosas más importantes que decir. La principal, que el Barça debería sacar conclusiones de lo que le ha ocurrido a La Banda, y no por lo que pueda hacer el Stuttgart, sino por la posibilidad real de tirar la Liga. No son sólo las acusaciones de Cruyff. Es el nivel de algunos integrantes de la columna vertebral del equipo. Son las palabras de cierto Nostradamus, muy próximo a Pep y muy buen conocedor de lo que se cuece en ese equipo.
Supe de su existencia cuando las flors i violes del mes de diciembre, y lanzaba un aviso: el Mundialito sería del Barça, pero después, San Seacabó. Su razonamiento era simple. Por primera vez, España puede ganar el Mundial, y muchos dejarían de meter el pie. Comparen al Xavi del pasado año y a éste. Hagan lo propio con Busquets, Iniesta o Piqué. Puyol, ese artistazo, sí dio el nivel hasta que llegó febrero.
Desde aquí avisamos: el futuro de este equipo no depende de Messi, brutal, ni de Ibra, que ha aportado lo suyo y seguirá haciéndolo, ni de Valdés, Abidal o Alves, estratosféricos. Miren a Piqué y Touré. Dirijan su lupa a Xavi, Iniesta y Busquets. A ellos hay que mirar. Porque sin ellos, no tenemos centro del campo. Y sin centro del campo, así lo ignore muchos años el Floren, no hay fútbol.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
22 Comentarios
You must be logged in to post a comment Login