Ni el equipo más grande en su mejor momento. Ni el equipo de Valdés, Piqué, Alves, Xavi, Iniesta e Ibra. Ni el equipo donde ha crecido esta rareza asesina llamada Messi. La desolación que espera en el Bernabéu es completa. Es el origen de todos los males y la cuna del terror ancestral del barcelonismo.
Esta partido tiene siempre algo de apocalíptico, un aroma a fin de siècle, a ceniza. Gestas insólitas como el 2-6 no entierran la dura realidad: en el choque de orgullos e identidades, el Barça ha arrancado 14 victorias y 14 empates, pero se ha llevado medio centenar de derrotas.
Pero en este 2010 no se decide sólo el nombre de un campeón de Liga. Se decide la supremacía de un modelo y el mundo contiene el aliento para soplar en dirección a la portería de Casillas. Porque es el día en que sabremos si el fútbol sobrevive a la chequera y las combinaciones al vértigo. El día en que veremos si la apuesta por la cantera y el sentimiento importa algo aún, si lo que queda de humano en este deporte ha prescrito ya.
No consta que Cormac McCarthy fuera futbolero, pero les aseguro que él tendría claro de qué lado está.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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