Perdonen, perdonen la confusión. Es tanta la felicidad y tan enormes las consecuencias de lo ocurrido esta noche que cuesta expresarlo. Este dibujo representa a dos niños que profanan la torre de su padre y celebran el fin de su autoridad. Corresponde a un arcano de ese laberinto que es el tarot. La carta se llama La maison Dieu, y su traducción en castellano es La torre abolida. Los que encabezan esta entrada son algunos de los 19 significados que, según los expertos, tiene esta carta.
Pero tal vez las palabras no alcancen para explicar el torrente de emociones, la enorme liberación que ha sido el 0-2. El Bernabéu insultando a esa maravilla que es el Barça incluso sin tres titulares indiscutibles. Dos goleadores de La Masia que presumieron de escudo ante la afición rival. Aznar en el palco (a tu salud, majete) aplaudiendo las planchas de Gago. El corro de la patata en el centro del campo, otra vez. Messi sacando un córner mientras muerde la camiseta, como si estuviera en el potrero de su infancia.
Señores, es el fin de Florentino. Nunca tanta vanidad podrida por el dinero y endiosada por su claca había recibido una lección así. Con su fracaso, La Banda ha abandonado definitivamente la elite. El fútbol verdadero, el que pertenece a los niños y a los equipos unidos, ha sobrevivido. La Masia está de verbena. Y la Liga y el mundo ya saben que sólo un equipo merece ganarla.
¿Oyen esa música? Somos nosotros, vivimos en Canaletes.
¿Oyen ese estruendo? Es la torre, se ha venido abajo. Son ellos, ya no están.
pd. Vuelvan a mirar la carta del tarot de la que les hablaba. Observen su numeración romana. Sólo le falta la A. Gracias, Xavi, por tu magisterio.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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