Cuatro jornadas y el debate filosófico ya está en las calles. ¿Es posible odiar más a este Madriz? Las formas prepotentes y las compras millonarias del tito Floren ya le situaron como un equipo odiado a nivel de los grandes clubes europeos. Pero en España, ese país en la cresta, el odio tardó en calar.
La mafia de José Mendes, con Cejas Redepiladas a la cabeza, ha hecho mucho. Pero lo de Mourinho parece broma, es un enviado del Señor para sembrar el mundo de antimadridismo. Meterse con el Sporting de Gijón o el Levante da la justa medida de lo que es hoy La Banda. Nuestra dicha no acaba aquí: la sobreexcitación de Mourinho, siempre calculada, responde a algo muy concreto. Tal vez a que intuye que le esperan meses duros, porque su equipo juega poco y de manera distinta al año pasado, que le costará reencontrar las rachas triunfales de Pellegrini. Su antídoto, pelearse con el mundo y sembrar de excusas los medios oficiales del analfabetismo blanco -ya saben, el As del villarato y el increíble Marca de los delirios-.
Honestamente, esta gente ha caído muy abajo y resulta difícil imaginar cómo podrían ser más odiosos. Pero si Floren quiere, desde aquí unas ideas:
-Nombrar a Aznar como su delfín y sucesor.
-Rebautizar como estadio Guruceta al Bernabéu.
-Hacer a Figo delegado.
-Imprimir el jeto de Juanito en las camisetas.
-Hacer directivo responsable de relaciones externas a Ochaíta, ese demócrata.
-Colocar a Tomás Roncero como nuevo jefe de prensa.
-Ceder el vestuario para las reuniones del TC.
Si estos consejos le parecieran al Ser Superior demasiado audaces, que por lo menos se digne mantener a Mourinho unos meses más en el cargo. Estaremos eternamente agradecidos.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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