Al Espanyol de la última década, y nunca más diré otra cosa en favor de Tamudo, hay que agradecerle que haya resucitado el derby. No hay otro equipo en la Liga, ni siquiera el Valencia ni por supuesto La Banda, que lo fíe todo a ganar al Barça de un modo tan desacomplejado.
Para entender la inquina con que los pericos preparan este partido hay que salir a las calles de Barcelona y verlas teñidas de azulgrana, sintonizar los telediarios entregados a Guardiola, percibir el ninguneo absoluto que recibe el segundo equipo de la segunda ciudad de la segunda Liga del mundo. Su razón de ser es ganar al Barça y muy de vez en cuando pergeña equipos como el de este año, competitivo, feroz y orgulloso.
La publicidad que han hecho este año para preparar el partido no tiene desperdicio. Horrores ortográficos al margen, da gusto saberse tan importante. Y en la semana en que Pere P. ha conmocionado Catalunya asesinando a su patrón, al hijo de éste, al jefe de su oficina bancaria y a un empleado, bien haría Valdés de aprender la lección: los dorks se han echado a la calle y van armados.
Tal vez crean que lo arriba indicado es el prólogo de la toma del Palacio de Invierno, pero nada más lejos. En la era Guardiola, pocos como el Espanyol se han resistido tanto al Barça. Los blanquiazules han arrancado una victoria, dos empates y tres derrotas mínimas, con un cómputo total de 7-5. Conociendo a Guardiola y a sus psicópatas, eso es sinónimo de afrenta. Conociéndoles, deben tener hambre de goleada.
No se lo pierdan: once tíos de azulgrana con escopetas de caza reunidos en Cornellà. Ni una de zombies bien gore podría tener un guión más sagriento.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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