FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
“Tan perfecta es esta reproducción de un hombre cabal y normal que nadie que la examine puede señalar de manera científica y objetiva por qué ese hombre no es real”.
Messi, 13 de mayo: “El 29 voy a volver acá y voy a hablar”. Messi, 29 de mayo: “Prometí que iba a hablar y acá estoy. Pero no tengo nada que decirles”. No sé a ustedes, pero a mí no me pareció una boutade, ni un brote de timidez. Nada de eso. Fue pura poesía.
Con su portentosa actuación ante el Manchester, La Bestia Parda dijo lo que tenía que decir sobre el césped. Lo sabe Vidic, y Ferdinand. Lo sabe Evra, pobre hombre. Y toda la pléyade de leyendas a las que jubiló con una paliza memorable: Ferguson, Van der Saar, Neville, Giggs, Scholes. Lo sabe también aquel maratoniano metido a futbolista de incierto origen asiático. Y esa bomba de adrenalina llamada Rooney. Todos vieron que Messi peroró en el partido del año todo lo que le ardía por dentro.
Su contundencia fue tal que no deja dudas sobre los demonios que le impulsan. A saber: Demostrar que es el mejor. Proclamar que nadie puede con él. Que ama a este equipo. Lo hizo sin decir una palabra, pidiendo el balón a cada acción, driblando a todos, chutando, marcando.
Lo hizo también en esa celebración salvaje de su gol. Nunca había gritado así un gol. Jamás. Hizo pedazos un micrófono de ambiente y abolló un cartel publicitario. Quién fuera micrófono, pensó servidora, y quién fuera cartel publicitario.
Amarró la Copa más querida y nos la trajo al Camp Nou. Él solo iluminó anoche una fiesta deslucida. Su negativa a hablar fue poética. Su mirada de autista le joderá las vacaciones a Casillas. Ya no le podemos querer más, pero nos deja esa duda: ¿Por qué no es real?
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