Aquí está, un año más, el prestigioso Trofeo Barjuan para hacer las delicias de las almas vengativas que pueblan este foro. Porque efectivamente, hay que ser vengativo para dar este deshonroso premio a Piqué, Aparteu les Criatures, que ha completado otra temporada impresionante a pesar de sus diversos impedimentos, a saber:
-Su cohabitación con una infiltrada amante de los alaridos y de la vida por todo lo alto.
-La responsabilidad de sentirse moralmente obligado a cubrir a todas las catalanas entre 15 y 95 años.
-El peso de ser el guapo de un equipo de monstruos de la talla del Molt Mític Capità.
Efectivamente, Piqué nos ha costado 7,33 goles en contra, pero ha estado perfecto en los grandes choques. Fue explícito Tito Vilanova: «Si se lesionaba Piqué, se nos caía el invento». Viendo los números, también destaca la redención de Puyol, que tras arrasar el año pasado en el Barjuan, este ha cuajado sus mejores números, ayudado, por supuesto, por su larga lesión. Alves, el ecce gremlin, también ha estado a un nivel altísimo en defensa sin prácticamente errores. Lo mismo puede decirse de Busi y Valdés.
Y en fin, si en números absolutos el Barjuan es para nuestro barranquillero predilecto, en números relativos los herederos de Márquez y Chigrinsky son Milito -horrible temporada- y Sergio Gómez, un chaval juvenil que jugó un solo día en la Supercopa, se comió el marrón y participó en los tres golitos del Sevilla. Para completar este catálogo de injusticias, una más: Adriano ha sido responsable de sólo 0,5 goles en contra, pero tuvo la mala suerte de ser el tío que cubría a CRCeja en su remate por encima de Pinto en la final de Copa. Mal, Adriano, otro día se le muerde el menisco y listos.
En fin, a pesar de todos ellos y de la colombiana que cuenta los óvulos que le restan, el equipo ha encajado 39 goles en 62 partidos, un registro salvaje. La proeza, ya saben, es el mérito de ganar pese a Barjuan.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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