Es probable que ustedes, gente despierta en tanto que futbolera, haya oído hablar del calentamiento global. Ya saben, la teoría científica de que el planeta se va a la mierda por el recalentamiento acelerado que han producido las emisiones de CO2. Este fenómeno ha sido objeto en los últimos años de todo tipo de estudios, sus efectos se reconocen en los programas de partidos políticos y ONGs alrededor del mundo, hasta los niños de ocho años oyen hablar de ello en la escuela.
Pero sin duda ustedes también saben que no todo el mundo admite su existencia. Hay poderosos lobbies, que se dedican a negar las evidencias, con aplicados representantes que hablan al dictado por todo el mundo. Rajoy, Aznar y un largo etcétera de políticos -que creer, creer, sólo creen en el diner-o se han dedicado al negacionismo del siglo XXI. Son espíritus críticos y libres que tal vez habrían negado el Holocausto de haber nacido hace 50 años; hoy no, hoy lo suyo es proclamar las bondades del petróleo* y atentar contra la cordura.
A ese colectivo pertenecen los mayores delincuentes de la Banda de los Quincazos Portugueses, Salmantinos, Sevillanos y hasta Donostiarras. No sólo niegan su juego violento contra el Barça -inventan provocaciones previas, aseguran que tenemos alucinaciones, aprenden nombres impronunciables de árbitros ignotos- sino que hablan de dopaje, de una competición adulterada. Ahora, además, se sienten víctimas de la violencia ajena.
Su mensaje es claro: que a CR Cejas le insulten en Pamplona o en Gijón no tiene que ver con el comportamiento chulesco y canalla de este infame equipo, vergüenza histórica, monumento a la prepotencia. No, eso es villarato y sobreprotección a Messi. Que les increpen en toda Europa, platinato. Que les hagan entradas criminales les azora: los mismos que aseguraban que Alves hizo teatro en el Bernabéu piden ahora cárcel para Leko.
Así, el equipo que más ha hecho por crispar el fútbol a base de violencia y mentiras en el último bienio no acepta ser el culpable de ese calentamiento global. Es más, se presenta como víctima. Señores de Exxon y de Bristish Petroleum: hagan un acto de justicia con los Quincazos y patrocínenles. Nieguen, renieguen y sigan riéndose del mundo.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
17 Comentarios
You must be logged in to post a comment Login