Repasar los 204 goles de la Bestia Parda es una crónica sentimental de nuestros instantes de felicidad en los últimos siete años. También una guía imprescindible para recordar de qué lugar sale nuestra furia vengadora, nuestro espíritu guerrero. Este icono, llegado al mundo para convencer al barcelonismo de que es el pueblo elegido, se ha convertido en el goleador de nuesta vida, en el leviatán que minimiza a Cruyff, Maradona, Romário, Ronaldo, Rivaldo o Ronaldinho.
En este foro hemos querido presentarles una selección de diez de sus goles. Ha sido un proceso dolorosísimo, equivalente a dar muerte a 194 hijos. Lanzamos un aviso: no esperen ver aquí el sobadísimo gol al Getafe, que sólo sirvió para que nos doliera más aquella eliminación copera en el Coliseum. Quien quiere Mc Donald’s no viene a la Caviar House, ¿cierto?
Disfruten esta primera entrega y recuerden: por todo esto somos como somos.
10. ¡Quita, lerdo!
Un gol que resume cómo se ha llevado Messi con todos los nueves que le han puesto delante. Desde su noveno gol, cuando aún lucía el dorsal 19, Messi tuvo claro que cualquier delantero centro, se llamara Zumbado’o o Cabralocavic, no era más que un estorbo, alguien a quien acabaría poniendo en su sitio a base de récords y balones de Oro. Aquí, el día que tuvo que driblar a Eto’o para marcar.
9. El síndrome de Stendhal.
Messi ha culminado tantas obras de arte, tantos regates y goles imposibles, que es seguramente el futbolista del mundo que más desmayos ha causado como consecuencia del síndrome de Stendhal. Pero nunca lo vimos tan claro como en este gol en Riazor, cuando Colotto sucumbe a su encanto y en vez de defender opta por desvanecerse ante La Bestia Parda.
8. La ‘Messinha’.
Todos los grandes han tenido una jugada marca de la casa de cara a puerta. Messi, que alguna vez les ha clonado goles famosos (Maradona ante Inglaterra, Puskas también ante Inglaterra, Cruyff ante el Atleti), tiene una acción marca de la casa en su messinha, un amago en el que chuta el aire para descolocar al portero antes de superarle. Qué mejor ejemplo que el día del Bandicidio de 2009.
7. ¡Inclínate ante mí!
Las caras de las víctimas de Messi suelen ser todo un poema. Porteros desencajados o en posturas ridículas, defensas burlados, caderas rotas, tirones musculares, depresiones. Ante el Atleti, equipo al que más goles ha marcado, logró esta humillación que culmina con el choque entre Tiago, Ujfalusi y Assunçao.
6. El horror.
Una de las actuaciones más salvajes de Messi tuvo lugar ante el Valencia en el Camp Nou. Era marzo de 2010 y en su primer gol logró un dribbling sobre un chaval llamado Dealbert que bien pudo acabar con la víctima en el frenopático. 20 minutos después volvió a irse del mismo defensa para poner el 2-0 que acercaba la Liga. Y segundos después, le volvió a encarar para superar a César con un chut suave, suave, suave. Suave y humillante. La acción acabó con el portero y Dealbert fundidos en un abrazo. Se consolaban, habían visto el horror.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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