La Fundación Khedira abrió sus puertas hace un año. Esta institución fue inaugurada con motivo de la trepanación pública de once futbolistas vestidos de blanco. Tras el 5-0, un equipo de psicólogos y trabajadores sociales decidió que era el momento de ayudar a los centrocampistas y defensas de La Banda, protagonistas de la mayor emergencia humanitaria ocurrida jamás fuera del Cuerno de África. La fundación abría sus puertas también a aquellos que pensaban que la victoria de España en el Mundial se debía al papel de Casillas, Alonso y Ramos.
Un año más tarde, la Fundación Khedira tiene que hacer una llamada desesperada ante sus problemas de financiación y la avalancha de nuevos clientes aquejados de estrés postraumático. Entre los casos más extremos se cuentan:
a) Los lectores de As y Marca y los telespectadores de TVE, Cuatro, La Sexta, Antena 3 o Telecinco. (No insistan: nada podemos hacer por quienes sintonizan Tele Madrid).
b) Los que se han acostumbrado a usar como argumento de oro en sus discusiones el monosílabo «Mou».
c) Los que musitan que «esto tenía que arreglarlo mi Mariano«.
Ante la imposibilidad de atender todas las solicitudes de ingreso, la Fundación Khedira estrena un tratamiento paliativo a distancia: el Método Coentrao. Este sistema recuerda a los pacientes que desde la Liga de 2008-2009, el Barcelona suma 12 títulos, por uno La Banda. El marcador acumulado de los choques entre ambos es de 28-9. Se insiste a los bandófilos en que tienen derecho a creer en lo que quieran -por creer, pueden creer en Altintop- pero que ante todo deben recordar que su dolor y humillación podría ser peor.
El paso clave del Método Coentrao sitúa al paciente en la piel de este futbolista que costó 30 millones de euros y que sufrió el sábado toda suerte de humillaciones. El bravo lateral luso quedó inmortalizado llegando tarde en el primer gol y en el tercero, sus tacos fueron rociados de orines, y sólo encontró consuelo en una nueva proeza del primer cliente de esta Fundación.
La Fundación Khedira llama a la gente de buena voluntad a hacer sus ingresos en la cuenta 2100 0857 0100 705 304 y a sus pacientes a recordar que «suerte» significa «hasta abril no toca».
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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