«El kitsch provoca dos lágrimas de emoción, una inmediatamente después de la otra. La primera lágrima dice: ‘¡Qué hermoso, los niños corren por el césped!’. La segunda lágrima dice: ‘¡Qué hermoso es estar emocionado junto a toda la humanidad al ver a los niños corriendo por el césped!’. Es la segunda lágrima la que convierte al kitsch en kitsch«.
Milan Kundera, La insoportable levedad del ser
Un apunte sólamente. Tras el espectáculo cinegético que fue el esprint de Villa entre los dos centrales del Al Sadd, tras la dureza expresiva de las imágenes de su lesión, llega el horror kitsch. Y la España con cinco millones de parados se llena de mensajes de apoyo al chaval, las redes sociales se inundan de muestras de solidaridad como si nunca hubiésemos oído auténticas tragedias, como si no las hubiésemos sufrido en la propia piel. Y así, la tibia de un multimillonario paraliza el país.
Cabe recordar que esto es fútbol, un deporte violento, de contacto. Los cataríes eran nefastos pero querían ganar y tenían su orgullo. Shit happens. Dentro de seis meses, Villa a penas treintañero, volverá a los campos de fútbol. Para entonces, en su palmarés brillarán nuevos títulos y estará en perfecto estado de salud. No me lloren, por Dios. Y no me digan que lo cambiaban por la tibia de algún otro delantero.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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