Pe-lé. Dos sílabas juguetonas designan al mayor mito del fútbol. Es el nombre del dios del balón. El de los 1.284 goles y los tres Mundiales. El Santos fue la iglesia sobre la que edificó su leyenda. El suyo era un equipo terrible, temido, conocido en todo el planeta. Allí ganó 22 títulos nacionales, dos Libertadores, dos Intercontinentales. Hubo en los 60 adolescentes que se fascinaron con el fútbol de la mano de aquel genio al que veían correr en el No-Do. Técnico, rapidísimo, voraz, indomable. Un iluminado al que sólo se frenaba a base de entradas asesinas. Un demonio negro. El número uno cincuenta años después y seguramente para siempre jamás. El 10 del Santos.
Y ocurre que este Barça histórico vuelve a tener la suerte de embarcarse en un viaje en el tiempo para enfrentarse a las esencias del fútbol sudamericano, a otro equipo legendario. Así fue en 2009 contra el Estudiantes, contra the Animals. Así será el domingo, con el equipo que comanda Neymar. Una pantera blanca, con sus calentadores entre las medias y el pantalón. Un mago con el balón, con una aceleración eléctrica, pura fantasía, el único que desde el otro lado del Atlántico ha cuestionado el trono de la Bestia Parda. Un artista que ha llenado el país de crestas en gente de todas las edades y ha rescatado el viejo orgullo del Santos dándole la Libertadores 48 años después.
Y así, cuando no hace tanto celebrábamos chilenas que nos clasificaban cuartos en la Liga, disputamos este sábado el título más difícil de ganar del planeta. El cetro global. Juega Pelé. ¿Alguna vez soñaron con verle jugar? ¿Soñaron que derrotaríamos a Dios?
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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