Como saben, corren tiempos de crisis y miseria en este país. El asunto es particularmente duro en un medio por civilizar como es el periodismo. Y miren, esta semana se ha conocido que Público entra en concurso de acreedores, un eufemismo para decir que la agonía se prolongará durante un tiempo aún.
Servidora ha recibido montones de mensajes de ánimo esta semana, cosa agradable, que le recuerda a uno los grandes amigos que tiene por ahí. Esta ola de solidaridad también tiene una vertiente morbosa, parece que uno asista a su propio funeral. Confieso que hasta es divertido.
Pero quiero compartir con ustedes un momento en que uno se siente íntimamente reconfortado: el instante de esta noche en que Messi salta al campo y despliega su astucia y su saber. La apertura a banda con rosca con el exterior de su zurda mitológica. La inevitable frecuencia con que llega al gol.
Hay quien dice que es una inmoralidad que La Bestia Parda gana 20 millones de euros al año. Falso: enfermen o quédense en paro y comprenderán que cobra poco. Sobre sus piernas descansa la fe y la sonrisa de un pueblo entero.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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