FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
¿Saben cuál es la cara que se le pone a alguien instantes antes de sufrir un ictus? ¿Imaginan qué mirada tiene una persona cuando intuye que corre hacia un derrame cerebral? La respuesta estaba en el gesto asustado de Guardiola instantes antes de la proeza de Keita. Era el pánico mezclado con la indignación. Créanme, si el Barça llega a palmar anoche, la rueda de prensa habría incluido declaraciones de guerra y soflamas de odio eterno. La independencia estuvo a un tris.
Pero los futbolistas del Barça evitaron esa implosión de su entrenador. Con la tercera demostración de orgullo consecutiva, demostraron que no han sido campeones de todo por casualidad. Sin Messi de su parte, con Pedro y Sex jugando a papás y a mamás, contra un rival acorralado y lastrados por un nuevo atentado de Piqué. Había que ganar como fuese y ganaron. Con diez. Con nueve. Está el equipo en esa fase en que uno piensa que aunque se queden con siete, ganarán. Las señas de este equipo son el juego preciosista, por una parte, y la hipercompetitividad, por otra. Y en los últimos tiempos se han reencontrado finalmente con ese segundo ingrediente.
Ante el Sporting estuvo enorme Iniesta. Rindió como el superclase único que es, decidió, mató al rival. Pero en un partido como el de ayer, uno se queda con la impresión de que si llega a jugar Jonatan dos Santos, ganamos igual. O Riverola. O Sergi Samper. O el coreano aquel de los infantiles. Por fin, al final del invierno, se les ha puesto cara de cabrones, cara de ganar 20 partidos seguidos. Son ellos, han vuelto.
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