FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Ayer un japonés le metió un gol a España y tras la victoria lloró como un niño. Puede pensarse que lloraba por ese tanto, que valió un triunfo en el debut olímpico, o tal vez que, al haberse lesionado antes de acabar el primer tiempo, se puso tierno. En efecto, las lesiones ponen emocionales a los futboleros y habría que hablar del desastre de Muniesa.
No esperábamos que una pachanga veraniega fuera tan trascendente, pero difícilmente este central olvidará la fecha. Su historial clínico ya era, antes del partido, digno de veterano de Vietnam. Que se haya roto el cruzado de su rodilla buena le convierte ya en un auténtico gafe. Recordemos, aunque sea con calidad Christanvaliana, cómo fue su estreno en el primer equipo.
Debo confesarles que tanto Muniesa como Bartra me han impacientado: en un primer equipo sin defensas y donde aparece un tal Fontàs (88 kilogramos, no olviden), ni se han asomado. En el B no parece que hayan brillado especialmente. Aun así, siento debilidad por el pobre Muni. En cierta ocasión coincidí con él en un ascensor: el aspirante a crack subía a reunirse con su representante (hermano de Guardiola) en compañía de su madre y de una estupenda jamelga. Y el chaval, en semejante compañía, no paraba de reír, ajeno a la posibilidad de romperse innumerables veces cuando sólo le queda dar el último paso, ajeno a la posibilidad de no triunfar, de unirse a la larguísima lista de promesas truncadas por una inoportuna lesión. Contra todo pronóstico, me pareció un chaval encantador.
Esta nueva catástrofe debe recordarnos que somos muy del gafe. El caso Abidal ha hecho que toda fatalidad médica nos parezca pequeña, pero créanme, lo de Muniesa es muy gordo. Si se recupera al máximo nivel, estaremos hablando de un auténtico superviviente, de un defensa al que uno siempre querría en su equipo.
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