FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Este agujero erró estrepitosamente el día que Guardiola fichó como entrenador y hoy da vergüenza haber sido tan escéptico y tan crítico. Pero señoras, volveré a hacer lo propio con Tito Vilanova. Porque hay un error cavernario aun más escandaloso y sonrojante que aquel: la fe que mostramos en la 2007-2008 hacia el agonizante equipo de Rijkaard que fue brutalmente humillado por La Banda.
Les hago memoria: aquel Barça cayó en semifinales de Copa contra el Valencia, en las de Champions contra el United y acabó la Liga a 18 puntos de los Gutis y por debajo del Villarreal. ¿Cómo pudo ser posible? La respuesta, sin duda, está en la falta de valentía de Laporta, Txiki y Rijkaard el verano anterior. Un equipo que venía de sufrir la humillación del 4-0 en Getafe y el derrumbe de los caipirinhas evitó increíblemente la guillotina en las vacas sagradas. Y lo crean o no, sólo se fueron gentes honradas como Giuly, Gio o Belletti, junto a secundarios como Motta, Belletti o Maxi López.
Así nos lució el pelo: ni Messi, ni Iniesta, ni Xavi -se acercaban ya los tres a su mejor nivel-, ni los recién fichados Henry, Touré, Abidal o Milito pudieron aquel año evitar los sucesivos varapalos. Y como icono de aquel inmovilismo, el hierático rostro de Rijkaard aparecía siempre como telón de fondo de la decisión de apostar un año más por los ganadores de la segunda Champions. Cada dos domingos le repetía la misma cuestión en las ruedas de prensa de después del partido: «¿Aún hay que creer en este equipo?». Invariablemente respondía que sí, y que sí, y que sí. Pasado el tiempo, acabé por entender que Frank no quiso renovar a fondo el vestuario por lealtad, porque les debía demasiado a aquellos campeones. Pero su lealtad con el vestuario trajo un año de vergüenzas casi ininterrumpidas.
Hoy, viendo a nuestro nuevo entrenador, que me gusta porque es tartamudo, y porque es de la casa, y porque sabe de fútbol, y porque es discreto, he recordado al postrero Rijkaard. Y me he temido que los infames a quienes les daba pereza jugar en los campos menos glamurosos sobrevivirán inmerecidamente al verano. Eso sería letal.
Déjenme gritar una vez más: Tito, boma yé.
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