FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Los futbolistas son ante todo mamíferos y, en tanto que tales, les está vedado el don de la resurrección. La obviedad viene a cuenta de lo que se ha encontrado Tito Vilanova este verano en su vestuario. Un buen número de jugadores clave se dejaron ir durante la pasada campaña, hartos de exprimirse y saciados de gloria. Contra toda lógica, siguen en ese vestuario. ¿Qué podemos esperar de ellos? O mejor dicho: ¿existe algún margen para el optimismo?
Echando la vista atrás, la conclusión es rotunda. Nope. No existen ejemplos de jugadores que después de haber triunfado desaparecerieran del mapa para regresar a lo grande. Sí hay casos de cracks que siguieron a su mejor nivel tras una lesión (Xavi, sin ir más lejos) pero no existen en absoluto cuando la caída de rendimiento se debió a los neones. A lo más que se llega en estos casos es a ofrecer un nivel digno, aunque inferior al que les llevó a la gloria, en otros equipos -Rivaldo, Henry, etc-.
Existen casos de jóvenes estrellas que nada más comenzar se descarrianon pero consiguieron reconducir su nivel para llegar después a lo más alto: es el caso de Raúl o el de Mami. Ambos tuvieron la suerte de que eso les ocurriera antes de triunfar de manera incontestable. Pero lo habitual cuando un futbolista triunfa para entregarse a la dolce vita es que se convierta en una caricatura de lo que fue, en una perfecta máquina de provocar frustración propia y ajena como Adriano o Mendieta.
Y eso, amigos, nos lleva a celebrar cuanto antes una homilía fúnebre por Piqué y Sex, que tuvieron la desgracia de cumplir el sueño de su vida profesional. El primero dio dos Champions al club que le vio crecer. El segundo logró el asombroso éxito de estafarle tres veces. Pero señores, no encarguen aún esa tercera corona de flores porque la teoría se tambalea. ¿Han visto cómo ha empezado la temporada nuestro milagrero canario? ¿Le han visto presionar con los brazos en modo Arale? ¿Le han visto asesinar los espacios con esos desmarques malévolos? Sólo han pasado tres semanas, pero si los ojos no nos engañan, Pedro está camino de superar su mayor milagro: se ríe de su dulce muerte y regresa desde el más allá.
Amén.
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