FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
No hace tanto don Alfredo Di Stéfano conservaba una mala baba que hacía imposible que un vástago suyo le contradijera siquiera en el sabor del yogur. Cuando su cosmos conservaba ese equilibrio, concedía entrevistas en que le preguntaban por los mejores. Y el hombre respondía: «Los mejores son Messi y Cristiano, por la velocidad». Para Di Stéfano, el fútbol es eso: correr más que el central, llegar antes, dejar al defensa con esa impotencia de chutar la nada y oler el viento.
Si llevan ustedes la máxima de Di Stéfano al pasado reciente barcelonista, verán que puede aplicarse a un variopinto desfile de delanteros fallidos que bien podrían fundar circo propio. En él estarían Ezquerro y Maxi López, Ibrahimovic y el postrero Villa, Hleb y hasta Sex. A todos se les aplica la misma norma: si vas a jugar en el área rival y eres lento, más vale que tu equipo no sea el Barça. De hecho, toda una generación de barcelonistas recuerda aún, con horror, cómo Stoichkov pasó de golpe, cuando llegó a los 31 años, de crack formidable a volante que sólo servía para hacer cambios de juego.
Por esas razones, en este agujero vemos con buenos ojos que Neymar aterrice este verano en el Camp Nou. Cierto es que el aparatoso rito amatorio protagonizado entre el entorno del jugador y el rosellismo resulta un insulto a la inteligencia. También es cierto que los jugadores que devienen iconos dan repelús. Y que Youtube genera sospechas. Pero señores, Neymar no es Robinho; Neymar es un campeón de Copa Libertadores. Neymar es una habilidad para el regate por la que Eto’o o Henry habrían matado. Ante todo, Neymar es vértigo, Neymar es un sprint corto y largo que le permite encarar a uno, a dos, a tres. Neymar es un tío con ganas de demostrarle a Europa que su fútbol también merece el Balón de Oro.
Podría objetarse que el baile de figuras que buscan hoy pareja es tremendo. Cristiano, Falcao, Rooney, Luis Suarez, Lewandowski, Tévez… Todos delanteros brutales en busca de un nuevo paraíso. Pero recordemos que esto no es el PC Fútbol; aquí la clave está en el encaje con Messi. Ése, y no el más goleador, es el que necesita el Barça para volver a la cima. Y de todos esos fenómenos, ninguno desequilibra como él. Ninguno parece tan preparado para jugar lejos del eje en un entramado táctico como el del Barça. Y ninguno corre tanto con el balón pegado al pie.
En fin, si no les convence nada de lo anterior, piensen en una cuestión más trivial: imaginen la ilusión íntima que sentirán cada vez que un abuelo se refiera al prodigio de la cresta como «Neymart».
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