FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Hundimiento de las fosas occipitales, caja craneana demasiado pequeña, muelas del juicio demasiado grandes, escasa vellosidad en el cuerpo, frente huidiza, arcos temporales pronunciados, mandíbulas fuertes y marcadas, fuerte desarrollo de los malares, fuerte pigmentación, cabello enrulado y espeso, defectos en las orejas, asimetría de la cara, y labios carnosos o hinchados. Éstos eran, según el monumental estudio de un señor llamado Cesare Lombroso, los rasgos físicos que permitían identificar a un criminal. Su obra es tal vez la más conocida en el abismal mundo de los frenólogos, que sostenían que las facciones y forma del cráneo alumbraban la personalidad de cada cual.
Lamentablemente, estas teorías no hicieron fortuna.
El recuerdo de Lombroso aparece, enorme, cuando uno observa, con inevitable simpatía, la asombrada expresión de Ancelotti. Lo que nos ha dejado en sus primeros pasitos al frente de La Banda es alucinante y, no se lo digan a nadie, prometedor. Todo comenzó con la suplencia de Casillas. Hay una verdad absoluta: los futbolistas, los que están en un vestuario, saben perfectamente, con un solo vistazo, quiénes son los buenos. Y no hay futbolista en España que piense que Diego López es mejor que Iker. Ninguno, ni uno solo, se jugaría un título, una prima, una finalísima, con el quijotesco portero de Mourinho antes que con El Santo. Bien. Luego está lo del fichaje de Bale por 100 millones: una carcajada. Un equipo con un déficit histórico de organizadores y con superpoblación de mediapuntas paga lo jamás pagado… por otro trequartista: el Qatar Stadium se viene abajo.
La guinda del pastel es la venta de Özil cuando había quien ponía pasta por Khedira. Özil: un futbolista capaz de esto. El único genio puro capaz de toserle a Iniesta. Alguien que pone de acuerdo a contendientes de tres bandos distintos como son Ramos, Arbeloa y Cristiano. El jugador de quien Manuel Jabois escribió que «en lugar de sudor desprende fina cera». A la calle. De nuevo, los futbolistas saben, porque tienen ojos, quién es el bueno. De nuevo, Canaletes debió llenarse.
Pasmado, al fondo de este sindiós, aparece, elegante, Ancelotti. Enarca esa ceja fascinante mientras silba ‘la donna è mobile’ y dedica a la afición un gracioso saludo con su sombrero. Su realidad es dura. Ya todos en su vestuario saben, con absoluta certeza, que ahí dentro no manda él, sino el profeta del balón que en su día purgó a Hierro, Redondo, Makélélé y Del Bosque. Tal vez el bueno de Carlo, el millonario Carlo, no tiene otra opción, tal vez sea sólo un currante que depende de su jefe.
Tal vez. A nosotros nos queda la íntima desazón de no poder preguntarle a Lombroso por el significado profundo de esa ceja, nos queda la incógnita de quién es Carletto.
PD. Les gustará saber que Christian Gourcouff, técnico del Lorient, que el año pasado fue octavo en la liga francesa, vio este lunes cómo el club vendía sin consultarle a Mario Lemina, su futbolista más prometedor. Cogió un micro y he aquí lo que dijo: «El club no puede hablar de ambición si vende a sus mejores jugadores. Este traspaso es sólo un negocio. Quiero que la gente sepa que no soy cómplice de esta decisión. Sufro. De alguna forma, es una falta de respeto a mi función y a mi pasado en el Lorient».
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