Actitud

‘Marta, porta’l al cine’

18 noviembre , 2013

Después de más de 3.000 conciertos, un cuarteto de cuerda que ha llenado teatros en todo el mundo se enfrenta a su fin. Tras los músicos hay personas, toda una inconveniencia. La edad y la salud pasan factura al líder espiritual del grupo y su retirada es inminente. Al hecho biológico sigue algo más devastador: el eterno número dos, el perfecto jugador de equipo, reclama más espacio. Pero el virtuoso, el jefe, defiende su estatus con brutalidad. No acaba ahí la cosa. La pareja sobre la que se fundamentaba el grupo rompe tras lustros de intimidad. Tampoco faltan las discusiones sobre quién debería llenar el vacío del líder saliente. Y por supuesto, se discute la idea madre de un cuarteto que había ganado su prestigio en lo colectivo. En efecto, por la puerta asoman los dos jinetes del apocalipsis, el ego y la desidia. 

En un fin de semana de aguaceros y en un país donde la lluvia no sabe llover, meterse en el cine a ver A late quartet (El último concierto) es un auténtico ejercicio de melancolía culé. Abonados como estamos al espectáculo de un mundo que se nos hunde a pedazos, la experiencia resulta dolorosa. La película discurre en un Nueva York nevado, y es inevitable pensar en la calva de Guardiola, en Buenaventura, Ricart, Abidal, Tito y compañía. Uno sufre, entre acordes attacca, por la inminente separación entre Iniesta y Valdés, las dificultades para que renueve el Balón de Plata de 2010. Uno compadece a este Puyol sin fuerzas para dejar la casa arreglada, uno se hiela cuando recuerda que el primer capitán faltó a la boda del segundo. Uno ve a Messi impávido en su trono.

Pero el filme no sólo depara sufrimiento, también hay cierto alivio. La historia nos recuerda que la música no suena eternamente. Y uno bien puede concluir que la peripecia de este equipo, en su eclosión, su esplendor y  su caída, es la de unos artistas que durante años triunfaron en la generosidad y que sólo sucumbieron porque también eran personas. Les gustará saber que las resonancias fúnebres de la película no son casuales: A late quartet gira en torno al Opus 131 que Beethoven concluyó en sus últimos meses de vida; es la pieza que Schubert pidió escuchar en el lecho de muerte. 

Coda. La cosa incluye moraleja. Sugiere algo chocante. Que un equipo, aunque cambie de caras, puede sobrevivir si se aferra a su esencia. Lo dicho: Martaporta’l al cine.

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