FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Si me permiten ustedes y me disculpa él, les contaré una cosa al oído. El otro día me encontré a Ramon Besa por la calle. Tiendo a encontrármelo, tengo esa suerte: Barcelona es la ciudad donde no hay forma de dar con Messi, pero donde por lo menos te encuentras a Besa. Ya lo sabrán ustedes por alguna de sus últimas joyas, pero dice que está alicaído, que siente que ha perdido alguna batalla, se ha apoderado de él la sensación de fin de época. Y ocurre que uno es incapaz de sentir la menor lástima por él, sabe dios que no por falta de empatía. Ocurre que Ramon es un monumento periodístico andante, y que sigue ahí, dándonos lo nuestro, y resulta inverosímil que pueda estar mal. Entiendan a este cavernario. Si mañana, por algún azar, me encontrara encerrado en un ascensor con Giselle Bundchen y me confesara que está triste, 25 pensamientos atroces acudirían a mi cabeza. Y le sonreiría a la jamona como le sonreí a él.
Besa tiene un millón de virtudes y medallas a sus espaldas. Viendo la descomunal exhibición de Messi, degustando el dramático final de partido que nos regaló a su pesar, pensé en Besa. Porque una de sus medallas, una que jamás le han dado, consistió es un adjetivo: una vez escribió que el fútbol del Barça de Guardiola era «caudaloso». Hay que ser muy bueno. El partido entero de nuestro diez, del mejor de siempre, es íntegro, un homenaje completo a Besa y a su adjetivo. Por la derecha, por el centro, en carrera, de cerebro, en corto, en largo. Messi es un placer hasta devolviendo de primeras los saques de banda con su zurda extraterrestre. ¿Vieron la cara de Hart cuando vio que Messi le acechaba a sus espaldas, silente, inmóvil, esperando que cometiera el menor error? Esa cara.
La producción de La Bestia fue tan abundante, caudalosa y hasta torrencial por momentos, que uno olvida incluso que este Barça es timorato y que en algún momento pagaremos por ello. Uno ignora también la rabia contra un deporte que permite que lo que en Baloncesto sería un 102 a 34 acabara con un triste 2-1. Nos impide pensar en esta cosa nefasta que es el City, tan absolutamente presuntuoso y fallido que nos recuerda al anuncio de Voll Damm. Omitimos, incluso, la revelación que hemos tenido esta noche, la que nos cuenta que el punto de penalti se inventó simplemente para recordarnos que Messi es humano.
No, no es noche de autocompasión ni lamentos. La única verdad que merece la pena atender es que hemos asistido a una catarata de fútbol como en mucho tiempo nadie verá. No vamos a poner mala cara, como el Besa gruñón del otro mediodía. Él, que inventa adjetivos, entenderá que simplemente disfrutemos: Messi, el caudaloso Messi, juega de azulgrana. Inevitablemente acabamos los partidos chorreando felicidad.
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