FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Qué hermoso que en la semana que se cumplen 40 años de la muerte de Franco podamos aplaudir otro óbito. Españoles, (sollozo ahogado, tragamiento de saliva, contención lagrimal, casta legionaria para encontrar la voz) La Banda ha muerto. Hubo un tiempo en que el simple escudo del Madrid bastaba para coleccionar trofeos, un tiempo en que no importaba el nivel de feísmo que alcanzara en su juego: el título se lo iba a llevar igual. Pero bendito sea el Alzheimer, aquel tiempo lo hemos olvidado.
A ver, seamos justos: La Banda ganó la Champions hace sólo dos temporadas y es, detrás nuestro, el que más veces ha levantado este título con el nuevo formato. Pero hay una fecha que lo cambia todo: 23 de junio de 2003, día en que San Florentino fulmina a Del Bosque y Hierro. Aquella fecha aparentemente inocua del calendario debería ser de peregrinación obligada a Canaletes. Desde entonces, La Banda se ha vulgarizado para batir plusmarcas negativas: atraviesa ahora mismo su peor racha en Liga desde los años 40, habiendo ganado sólo una de las últimas siete que se han disputado. Los años 40, hemos dicho. Ellos, el club que más gasta del planeta incluso en tiempos de petromangantes petromagnates. Sumemos al asunto los reiterados fracasos de La Banda en la arena europea. Una Champions en doce temporadas, la de Ramos en el 92 con 50 segundos. Puede que sólo la de Bosingwa para el Chelsea supere aquello en feísmo.
Desde ese 2003, el hundimiento de resultados de La Banda ha venido acompañado de una pérdida de identidad y un evidente complejo de inferioridad. Mientras el Barça se acomoda en el trono del fútbol por juego y éxitos, en el Bernabéu han intercalado Wanderleys con López Caros y Pellegrinis con Mourinhos, sin dejar jamás de ser otra cosa que un equipo básicamente dotado para la agresión y el contragolpe. Exacto, como el Atlético La Mina. Ya en el horizonte asoman los primeros rumores sobre futuros entrenadores y todo sigue siendo la mar de normal: Emery por un lado, Guardiola, por otro. ¡Vamos, Rafa!
En estos doce añitos La Banda no ha jugado a nada y tampoco ha dado continuidad, quién sabe si por vergüenza, al modelo precognitivo de Capello, el único con el que sabían a qué iban y que les dio dos títulos consecutivos en tiempos de Calderón. Ese fútbol neolítico, de áreas y atletas, le sienta bien a esa zamarra, pero tiene la virtud de ejercer un formidable poder de repulsión sobre los más grandes del planeta fútbol. No nos engañemos: en estos 12 años, La Banda ha sido el equipo de Gravesen, Pepe, Arbeloa, Ramos, Sabi Alonso, Pablo García y Adebayor. En ese lugar horroroso que es Valdebebas y donde se entrena a dos grados de temperatura, funciona la gente recia, los Van Nistelrooys, la casta, el remate dentro del área, CR Ceja y su pata mula bronceada, los espasmos de Raúl. En cuanto El Madrí se pone estupendo y ha fichado estilistas, la cosa no ha funcionado: recuerden a Robinho, a Robben, a Sneijder, a Özil, y veamos qué ocurre con James. En consecuencia, a poco que pueden escoger los grandes rehúyen ese fútbol mesetario al que sólo le falta la cabra.
Bienaventurado el pueblo barcelonista. Echen la vista atrás y piensen si hay algún futbolista de La Banda en el último cuarto de siglo que jamás vistiera de azulgrana y al que les hubiera gustado tener. Tal vez asomen ahí algún Redondo, algún Seedorf, el primer Raúl. Pero no verán a nadie que se haya acercado al Olimpo. Con una excepción: el pobre Zizou, a quien sedujo Florentino y que tiene el dudoso honor de ser el único grande que se tragó esa trola. En fin, amigos barcelonistas, ya lo ven. El Barça busca verdaderos rivales para este tiempo nuevo. Recen un buen padrenuestro con su mejor sonrisa, porque La Banda ha muerto.
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