FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Estarán ya enterados de que los dos legítimos herederos del nuñismo, Rosell y Bartomeu, han decidido endosarle al club sus delitos para exonerar a sus nobles personas de las delictivas chapuzas del fichaje de Neymar. De la magnitud de dichos trapicheos nunca hubo duda, a pesar de que uno y otro nos hayan llamado imbéciles a la cara, y la chabacanería fue de tal dimensión que un asunto que en el fútbol de los 90 era habitual llamó la atención de la Justicia.
En este rincón hemos hecho el cálculo de a cuántos socios les cuesta dinero que su club admita ser delincuente -ya me disculparán, extremo equivalente a que los kleenex de esta servidora admitieran ser unos pervertidos- y el dato es deprimente: cinco millones de euros equivalen a la cuota anual de 28.571 socios. De ellos, una implacable mayoría son nuñistas y es sabido que pagarán a gusto a mayor gloria de la paz, el orden y la obediente observancia del credo vaticano. Pero el resto, amigos, verán cómo sus cuotas sirven para pagar por las barbaridades cometidas por dos millonarios imprudentes y cínicos. Es tal la tropelía y la indignación que uno siente que serán sus cuotas, y las de sus hijos, tataranietos y ADNs remotos, las que pagarán la fiesta durante los próximos 285 siglos.
A la minoría desgraciada que opinábamos que la opinión de Cruyff valía algo más que la de sor Llucia Caram nos queda el Twitter, la furia creativa y el insulto en la barra de bar. Pero frente a esas pataletas, ya hemos visto en los medios, en nuestro entorno y en ese mismo bar que estamos muy solos. Incluso a sabiendas de que tenemos la razón, se nos acerca un señor cínico y nos rompe la cara en tres frases:
«Nobody can here you. / Nobody cares about you. / Nothing will come of this.»
Pero miren ustedes. Ocurre que el asunto irá a la Asamblea del club, ese órgano transparente y democrático, y en algún lugar de este foro ha amanecido el optimismo. Puede que tanta inquina acabe pasando factura a esta directiva del negociet y el antifútbol. Puede que en plena noche salga el sol. Puede, para los que somos periodistas, que al final resulte que Zola tenía razón y que sea cierto que «la vérité est en marche et rien ne l’arrêtera«. Y si no, al menos, podremos levantarnos, arrancar la farola y seguir gritando sus vergüenzas para darles, feliz consuelo, una noche preñada de pesadillas.
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