Liga

Ding, dong

3 octubre , 2016

[Ding, dong, suena el timbre, y hay un nazgul en el rellano].

Les decepcionará saber que no se ha desatado el pánico en este agujero, que no suena la alarma nuclear y que la empalizada antizombis sigue intacta. El baño vigués se ha convertido en una bella tradición que por lo menos brinda espectáculo y emociones fuertes y que además tiene la importante virtud de no resultar decisiva: tenemos la suerte de que los dos rivales directos para ganar el título tampoco han empezado el año como deberían si pretenden destronar a este Barça temible.

Palmar en Balaídos con tantas y tan grotescas cagadas defensivas es normal. Palmar con tantos suplentes, una posibilidad. Les diré más: rozar la remontada después del 3-0 tiene su mérito, y a estas alturas de la temporada, las derrotas, con errores individuales y colectivos, tienen grandes efectos curativos.

Pero en fin, somos el Barça y no hablamos de los resultados sino del juego. La conclusión unánime es hoy que hay motivos para preocuparse, y hay una corriente de opinión (de gente más documentada que su beodo servidor, digámoslo todo) que lamenta que el Barça empieza a parecer una creación tan mesetaria como el bocata de calamares y que está renunciando a muchas de sus señas de identidad.

[Ding, dong, el nazgul alarga su mano].

Si el asunto es un ajuste de cuentas con el antipatiquérrimo entrenador azulgrana, poco podemos añadir a lo que ya comentamos tras un triste empate en Getafe hace casi dos años. Si la cosa de verdad va de hablar del balón y sus misterios, no nos parece que el asunto sea tan grave ni sesudo: Gomes no es Rakitic, Arda no es Iniesta y Rafinha, pobre, no es La Bestia Parda. Disculpen que reduzca la cosa a un asunto tan sencillo, pero el estilo del Barça consiste, entre otras cosas, en gobernar el centro del campo con sólo tres tíos y la dificultad de hacerlo es tal que hay poquísimos futbolistas en el planeta que puedan llevar a cabo esa tarea. Por poner un ejemplo: gobernar una medular contando en Casemiros supondría poner ahí a ocho tíos.

Cuando veamos al equipo de gala encerrándose contra cualquier medianía para tirar contras, hablaremos del Fin de los Tiempos y de paso insultamos a La Banda y a nuestra junta, caso de que sean cosas distintas. Pero a este Barça ustedes le han visto encerrar absolutamente a todo el mundo, querer el balón y atacar con tres delanteros. ¿Que ya no somos el equipo de Guardiola? Cierto, tenemos un entrenador que tácticamente alcanza justito a poner 11 tíos sobre el campo y no seis ni siete. Cierto, Xavi Hernández, el mayor monumento al fútbol que ha producido jamás La Masia, se ha retirado. Y cierto, el equipo tiene un gen competitivo tan salvaje que aprovecha cualquier espacio que le da el rival y hasta ensaya el balón parado, cosa que Cruyff, en su grandeza, nunca vio necesario y que, en consecuencia, genera sospechas entre los más puristas.

A los más críticos, que tal vez sean los más lúcidos, hay que preguntarles si hay algún fútbol mejor que el que ofrece este equipo y si combinaciones como la que hicieron anoche en el primer tiempo Rafinha, Arda y Suárez las ven en otros campos. También hay que preguntarles si las orgías de fútbol que desencadenan nuestros tres delanteros titulares cuando juegan a la vez no les compensan las noches en que abrimos la nevera y tiramos de sobras.

Las carencias de este equipo no son el Apocalipsis. Quizás se trata simplemente de que que no hay un equipo en el mundo como aquel en que juegan juntos Busquets, Iniesta y Messi y esa verdad, con la que fulminamos a La Banda cuando se nos antoja, vale también para nuestro plan B.

[Ding, dong, abres la puerta y no es un nazgul, es André Gomes disfrazado de Iniesta, qué grande le viene la ropa. Que dice que si tienes sal].

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