FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Lo dijo Galadriel y no vamos a llevarle la contraria: la misión está en el filo de la navaja. Ocho puntos de desventaja y visitas pendientes al Calderón y el Bernabéu. El momento es delicado y conviene hacerse algunas preguntas.
Por ejemplo, ¿por qué el Barça no se llevó los tres puntos de Villarreal después del gran partido que hizo? Bien, el fútbol son detalles y ahí fallamos lo nuestro:
¿Es el momento de quemar el estadio, exigir elecciones, deportar al entrenador y pedir 15 bajas? En lo referente al técnico y a la junta, siéntanse muy libres. Pero lo cierto es que seguimos siendo el equipo que lo ganó todo jugando así, en ocasiones sin llegar al nivel actual. Si no creen en el juego, crean al menos en La Bestia, Iniesta o Busquets. Siempre hay que confiar en ellos. Nos pasaremos el resto de nuestra vida echándoles de menos. Seamos un poco agradecidos con lo que nos ha tocado vivir y concedamos que, mientras hay Messi, hay esperanza.
¿Cuál es el principal problema de lo ocurrido el domingo? Con mucho, el problema de los ocho puntos es principalmente una cuestión de fe. La distancia es tal que invita a una tentación, a que en el vestuario se murmure «la Liga ni de coña, vamos a centrarnos en la Champions, que vale más». Podría cundir el pensar que La Banda lleva tropecientos partidos imbatida y que no dejará escapar esta ventaja. Podría cundir que no llegamos y los que dudan, fracasan.
Seamos un poco serios: el malditismo, la ploramenta y la caca blanda fueron los buques insignia de este club durante décadas, con pésimos resultados. El malditismo es hoy un Neymar que, sobrado de fútbol y compromiso, tiene un gafe bíblico de cara a puerta. La ploramenta es ese Piqué que hace cuatro días daba lecciones de que no hay que hablar de árbitros y ahora se dedica a seducir a los socis menos viajados con exabruptos y declaraciones dignas de Granero o Arbeloa. Y la caca blanda son ustedes, los que repiten que este año no lo ven claro, que pasan del equipo, que les da igual y que se la suda todo porque el entrenador va tatuado.
Amigos todos, seguimos siendo el equipo de Messi, el que hace esto en el 89, y eso, en la era de la mentira y los supervillanos, debería implicar cierta autoestima y un mínimo de dignidad y exigencia.
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