El mito

Lo que no compra el dinero

14 enero , 2017

En los programas de las escuelas de negocios de postín suelen colarse coachs, especialistas en gestión del estrés, organización del tiempo y vendedores de alfombras por el estilo. Entre todos ellos han parido un hallazgo genial: el de apuntar en un papelito las tareas pendientes en un cuadrado dividido en cuatro partes, en función de lo que es importante y lo que no, y de lo que es urgente y lo que no. Un asunto sencillo, del nivel gomets vermells i grocs.

No hace falta ser un genio para estar hoy en el Barça y saber que lo único importante que a la vez es urgente es renovar a Messi. Uno comprende que hay gente con una responsabilidad sobre el patrimonio y la economía del club que debe hacer sus numeritos, sus cuentas, y actuar con la sensatez de quien gestiona lo que no es suyo. Pero estos días hemos asistido al conato de despido de un empleado que afirmó una obviedad y a las palabras dudosas de otro más que cabrearon también al vestuario. En los dos casos, se equivocaron gravemente.

Pocas cosas nos recuerdan más aquello de que el fútbol no es una cuestión de vida o muerte, sino que es algo mucho más importante, que la renovación de La Bestia Parda. A estas alturas, todos en ese club deberían ser conscientes de que opinar de Messi en este preciso instante, cuando su renovación se está trabajando, es cosa delicada.

Y la principal razón para ello es que esta directiva es sospechosa. En el planeta fútbol hay a lo sumo una docena de tarados que no comprenden que a Messi hay que renovarle sí o sí porque es con toda la ventaja del mundo el número uno del planeta. Pues da la casualidad (gracias, consocios nuñistas pendientes de ser alfabetizados) que muchos de esos perturbados habitan las oficinas de Aristides Maillol. No es sólo que no comprendan la importancia del futbolista, el placer y la felicidad que nos regala casi a diario, es que, activamente, en un pasado muy reciente, han hecho campaña por su venta. Lo sabemos, hemos estado ahí.

Hemos visto en acción, y de eso hace tres años, a algún ilustre asesor presidencial que iba por los pueblos y cenáculos de Catalunya vendiendo la buena nueva de que La Bestia Parda ya había prescrito, que había que pasar página, cederle el relevo a Neymar y embuchacarse unas buenas comisiones en el traspaso, se entiende, que va cara la vida y como dijo el poeta, «cobrem, vaja, és clar, no fotis«. Sabemos que insignes representantes de los medios más cercanos a Rosell y Bartomeu iban por los micrófonos recordando, justo en el momento crucial, que Messi había tenido problemas de crecimiento que no habría resuelto sin el club,  y que directivos con alma de Excel contabilizaban, indignados, de cuándo databa la última renovación. Todo valió para crear un estado de opinión de sospecha, de «el argentino nos está atracando», de «esto ya lo vimos con Ronaldinho».

Pero miren, no. Ronaldinho, que fue una madre para nosotros, duró cuatro años y ganó una Champions y dos Ligas. Aquí estamos hablando de un asunto distinto, de un tío que acumula ocho Ligas y cuatro Champions, además de tres Mundiales de Clubes, y que aún vive el fútbol con el entusiasmo de la primera vez y la desesperación de la última. Es una deidad que no se compara con ningún engendro actual de la Nike, sino que busca en cementerios, olimpos y enciclopedias deportistas de cualquier disciplina que hayan estado a su altura. Y sí, hay sólo un pequeño puñado de ellos, el más reciente de los cuales se llama Michael Jordan.

Comprendemos que el nuñismo tiene su razón de ser muy lejos del balón, concretamente en esa codicia insólita del pequeño minifundista que súbitamente ve brotar tres lechugas y un tomate y empieza a hacer cuentas en céntimos, a sospechar del vecino y a odiar a los que parecen llevar su existencia con alegría. Comprendemos que el buen nuñista se dejó por el camino el paladar, la sensibilidad y la grandeza de espíritu necesarias para disfrutar del arte y de todo lo constructivo que hay en la naturaleza humana. Pero por el amor de Cristo: cojan ese papelito de las cuadrículas donde pone «cambiar la vaca del X5 para subir a Baqueira», empuñen un espray y escriban en él «RENOVAR DE UNA PUTA VEZ A LA BESTIA».

A muchos, Messi nos convence a cada aparición de que alcanzaremos los cien años, a otros, a los que no le han visto lucir sus colores, les recuerda que juegan a otra cosa, que son unos pobres diablos, que la historia no les recordará y que nunca jamás disfrutarán de la experiencia que es ser del Barça y ver elevarse a esa camiseta con el dorsal 10 por encima de los rivales, de las miserias cotidianas, de lo posible y de lo imposible, para devolvernos a esta asombrada y feliz infancia. Cosas insólitas si no las has vivido, cosas que no se pagan con dinero.

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