FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Se va de uno siempre, de dos a menudo, de tres sin que sea excepcional, y de cuatro y de cinco cuando le da por ahí. El nivel de Neymar es tal que lleva varias temporadas superando a Messi en la que es su principal aportación ofensiva, la de superar rivales en el contra uno para generar superioridades en ataque. La Bestia Parda es el mejor futbolista de siempre; Neymar, el mejor de los que viven en este planeta.
Ocurre que esta afirmación, por desgracia, no es compartida por el pueblo culer. Somos un pueblo ilustrado y de fino paladar, pero entre nosotros anidan los nuñistas, amigos de Migueli, enemigos de todo lo que pueda oler a arte, haters radicales dels brasilenyus y adictos a todo lo que sea cobrar. También tenemos a los mónguers, que un día se descuelgan diciendo que Di María sí que es bueno y al otro con que CR Fraude sí que marca diferencias, es que no viste cómo empujó a la red el otro día. Y a la bona ien de los Boixos, que no comprenden el fútbol que no se basa en la violencia o el derroche físico. En nuestras filas están también los que cometen el error de comparar a Neymar con Messi -nada puede ser comparado a La Bestia- y por tanto le consideran acertadamente un asunto menor, y están los que soñaban con ir a Esade y sienten una rabia cegadora por la gente que renegocia contratos para ganar más. No hay que olvidar que tras nuestros colores se esconden también el clan del Alzhéimer, que se desgañita recordando que Romário duró un año y que Ronaldinho ya se sabe, y al poderoso lobby culé integrado por la Escolania de Montserrat Tota, que echa fuego por las muelas ante la visión de un tatuaje.
A todos ellos: ni puta idea.
Neymar es el mejor jugador de los que habitan en este planeta, tiene 25 años, se lleva dos días con Sergi Roberto. Neymar sigue una progresión tal que llegaría a superar a Pelé en la canarinha y tiene una ambición que no demuestra con su rendimiento en finales o contra La Banda, sino encarando una vez tras otra en estadios impronunciables a carrileros sanguinarios que sueñan con cobrarse un peroné. Neymar es inmensamente superior al número tres del planeta no por lo que muestra en sus proezas, sino por lo que arriesga y por lo que desea ganar. Neymar es calculador, quiere ser el número uno y siempre tuvo un plan: la espera. Con lo que entiende de fútbol, no le queda otra.
Por supuesto que hay razones que expliquen que quiera irse. Incluso podríamos decir que lo natural sería su adiós. Que en un deporte los dos mejores jugadores estén en un mismo equipo resulta insólito. ¿Se han preguntado cuántos balones buenos recibe Messi en un partido? ¿15, 20? ¿Cuántos recibe Neymar? ¿Diez? ¿Cuántos recibiría Neymar en cualquier otro equipo: 30? ¿En cuánto se reduce la producción de Neymar por estar pegado a la banda, limitando por tanto sus posibilidades de entrar en contacto con el balón y sus opciones de salida en el regate? ¿Qué aportaría Neymar como referencia máxima de un equipo entregado a él? Desde todos esos puntos de vista, su presencia en el Camp Nou es un error, una rareza contra natura.
Lo cierto es que tener a Messi y Neymar juntos y en plenitud equivale a imaginar a Jordan y Magic Johnson en un mismo equipo, o a Maradona y Platini en su día. La cuestión tiene también implicaciones tácticas: dos futbolistas de ese talento lastran al equipo en defensa y limitan el trabajo y las opciones en ataque: es demasiado fácil y tentador pasar un melón a la delantera para que se lo monten. No tengan duda que el Barça de la 2010-11 no habría sido tan bello con Suárez y Neymar en lugar de Villa y Pedro. Y todos estos desequilibrios se producen en un momento en que las razones vegetativas empiezan a deteriorar el centro del campo, en un momento en que un loco peligroso decide gastar 222 millones que hasta en manos de Parera serían dinamita.
Amigos, que Neymar se marche sería un triunfo de la lógica. Que Neymar siga sería un maravilloso error del sistema. Y sea cual sea la resolución de este asunto, tendría beneficios obvios. Pero que en pleno debate el barcelonismo se dedique a gritar que el tío va tatuado y que su padre es un pirata, eso es un verdadero drama: nos recuerda que somos el feliz pueblo que tuvo a Rexach 17 temporadas en el primer equipo.
Un poco de silencio, de cabeza o de gusto por el balón no vendrían mal; de Neymar sólo sabemos que se va.
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