El horror viste de azulgrana

Las notas (y III). Trolas, horrores y el niño Dios

11 junio , 2024

Tanta gente y tan pocas personas. No sé si alguna vez hubo menos calidad en la delantera del Barça. Habría que montar a un task force con paleontólogos, poceros y Xevi Verdaguer, alias el doctor Mierda, para averiguarlo. Es cierto que cuando la defensa se empeña en parecer a cada partido la puta troupe de Jackass y el centro del campo pasa de generar cascadas de fútbol a gestar gotitas con el alambique, ya qué más da lo que hagan los delanteros.

Pero sí da, sí. Da porque los buenos delanteros sirven para ganar los partidos que uno no mereció ganar, y de esos los ha habido a patadas este año. Los buenos delanteros nos llenan la retina y nos recuerdan que esto es el Barça y que aquí no estamos para ver a Escaich, que ésta es tierra de Maradonas y Romários.

Pero atención: en el tropel de infamias que trotan por nuestra línea de ataque conviene diferenciar a los encapuchados de los horrendos, y a éstos de los incapaces. Todos ellos han quedado retratados por un año lamentable, sí, pero también por la aparición más espectacular en lustros: la de un niño de 16 años que a cada balón que acomoda suavecito con el pie nos susurra al oído ‘calma, esto es el Barça, ya venimos’.

Vamos pues, con los encapuchados.

Lewandowski. 3. Maddoff. De todos los tíos que viven en pasamontañas, el suyo es el caso más sangrante. Sólo las turbas guiris y analfabetas explican que haya mantenido una cierta jerarquía en Montjuïc, cuando lo lógico es que hubiéramos silbado todas y cada una de sus intervenciones de la temporada. Comenzó la temporada torpe y lento; en marzo súbitamente se le vio ligero e hizo cuatro partidos dignos de un nueve homologable a los estándares europeos. Cierra el año con 26 goles y nueve asistencias, y permítanme, son números saviolescos, que un año llegó a 21 y sin penaltis. Y sí, esos 26 quedan lejos de los 33 del pasado año.

Luego está lo otro: los putos vídeos de Instagram, Robert, que pareces subnormal, y los gestitos de imbécil a los niños y una cierta sociopatía que tal vez en Munich tenga alguna razón de ser, pero aquí, aquí te calmas, que eres una pesadísima y oxidada tanqueta que en Vedrún daba miedo y hoy, mogollón de risa. Este señor, que tenía que ser el crack del equipo, acaba el año hecho un Roberto Dinamita de la vida. A ver si Flick tiene algo de dignidad; a ver si Flick evita que nos lo comamos a sus 59 años.

Joao Félix. 3. Dioni. Este supertalento portugués cierra la temporada con 10 goles y seis asistencias, números muy similares a los del fallido e impotente Ansu en su última temporada aquí (10 y 4). Joao Félix jamás brillará en ningún lado, porque a Joao, lo hemos entendido, le importa un pito el fútbol. Su actitud semenfotista no es que sea de mal profesional, es que es aprofesional, es otra cosa, otra especie. Con una excepción: si toca el Atleti, patapam. En fin, un superclase de hacer caños pisados dentro del área, de meter chicharros de chilena, de echarle del equipo sí o sí antes de que lo pudra todo con su oceánica abulia. Venta urgente y obligatoria.

Seguimos con el horrendo:

Vitor Roque. 0. Dioni. Su fichaje por 50 quilos con el club en el quirófano debería haber provocado manifestaciones, incendios y todo tipo de pillaje. Pocas mierdas peores hemos visto llegar de Brasil, y miren que sabe mal hablar así de un crío. Cuentan que llegó en diciembre pasado de peso y recién casado, tal era su nivel de motivación por sacar al equipo del hoyo, que no aguantaba ni los entrenos.

Pero cuando le vimos jugar, todo empeoró. Su catálogo de malos controles es espeluznante y uno duda entre la risa y el insulto. Vitor Roque, carinyet, qué malo, pero qué malísimo eres. Y ya no es el dinero, la tomadura de pelo, el mensaje demenciado de club a la deriva. Es que tenemos a Marc Guiu y queríamos ponernos superhornies viendo al bigardet en lugar de al farsante que llegó con la mierda ésa impostada del Tigrinho.

Vitor Roque nos deja dos golitos y la impresión asombrosa de ver a un nueve esprintar al espacio (qué destrozos nos ha hecho la carraca polaca). Pero atención, también una jugada marca de la casa copyright fully branded: la roquinha. Ésta suerte inmortal la ejecuta recibiendo de espaldas a la portería rival, con el defensor pegado a su espalda. En el momento de recibir el balón, lo juega con el exterior para dejar tirado a su marcador, y lo hace con tal compendio de fuerza excesiva y nula sutileza que el peloto impacta sobra la bota para salir despedido directamente contra la rótula, yéndose a santomar por culo. Parece fácil, pero no lo es.

Esperamos de corazón que las implacables fuerzas del olvido nos hagan confundirle ya muy pronto con Keirrison, con Roque Júnior, con Junior Firpo.

Vayamos a los incapaces.

Ferran Torres. 4. Líder. Líder de los mediocres, se entiende. Cuentan que pagamos 55 millones por la criatura y, ahora sí, en su tercera temporada, es hora de visitar la comisaría y pedir explicaciones. Cierto que ha superado la temporada de negra depresión que firmó el año pasado (siete goles y tres asistencias, da pena escribirlo) para plantarse en once y cuatro (que en fin).

Conviene celebrar que Ferran ha salido del hoyo de sus demonios interiores y de su falta de confianza: bienvenidas sean las terapias paulocoélhicas y turbomónguers del tiburón y el dedo en la sien. Y conviene recordar que hubo un momento de la temporada en que Ferran, contra pronóstico, fue el líder del equipo. Pero con la lesión se hundió para no volver. Es posible que tenga nivel para ser suplente del Barça y que aunque sólo sea por eso convenga quedárselo. Pero nunca jamás deberíamos ir a un partido grande con semejante medianía en el once. Cuéntenle entre los incapaces.

Raphinha. 8. Honrado. Un año más logra dobles figuras (de 10 y 12 a 10 y 13) pero lo hace con 13 partidos menos y con una ascendencia tremenda en las grandes noches. Su actuación ante el PSG, números en mano, es digna de Messi. Pero ay, querido Raphinha, cuánto mienten los numeritos.

Este buen hombre culmina otra temporada completa sin irse de un sólo cono, cosa que parece vital en un extremo, y para más desgracia juega en la posición del único crack de toda la delantera. Por profesionalidad y hambre se ha ganado claramente la continuidad descubriendo otras zonas del campo. Pero seamos honestos: por 70 quilos que nos dan, o vaya usted a saber cuánto, hay que apretar para traer a alguien nivel Barça. Cuando diga adiós, merece ser recordado por su noche en París y como un tío honrado que una vez vivió en un casino ilegal con el clan del Chicharrón al completo.

Y acabemos con nuestro mejor jugador de la 23-24.

Lamine Yamal. 10. Eléctrico. Si no hemos quemado la ciudad es gracias a este chaval. 16 años, dicen. A cada balón, calidad y grandeza y el recordatorio de que éste, y ningún otro, es el puebli de Leo Messi. En su banda recibía y en su banda ha hecho los mejores destrozos de la temporada, con un abanico de giros, fintas y controles orientados que sólo le habíamos conocido a un tal Neymar. Cierra la temporada con 50 partidos jugados, siete tantos, diez asistencias y la responsabilidad, a medias con Gündogan, de generar fútbol y peligro. Dejó su huella en los grandes escenarios, aunque aún le falta gol y le falta maldad. También físico, aunque con enorme regocijo debemos comunicarles que sus sprints de final de temporada eran claramente más potentes que los de los inicios. Qué jugador, que parpadeas y ya se ha ido.

Repitan conmigo: 16 años. Es un fenómeno y desde La Bestia no veíamos cosa igual.

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