FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
La mujer es al fútbol lo que la bomba atómica al equilibrio geopolítico: el artefacto de guerra psicológica más efectivo jamás creado. Es cierto que el siglo XXI ha normalizado la figura de las espectadoras en los estadios -posiblemente Beckham o Cristiano han hecho mucho por ello, quién iba a decir al casto y beato Florentino que propiciaría tantos orgasmos femeninos- y su presencia en los campos de fútbol ya es tan normal como los insultos, los puros o los banderines de córner. Efectivamente, las mujeres son ya tan amantes del balón que perversiones como ésta sobran en nuestra civilización.
Paralelamente a ese proceso, se han disparado los estragos que causan las mujeres en el rendimiento de los futbolistas. En Inglaterra están convencidos de que el fallo de Green en el debut tiene que ver con su ruptura de su ex. Uno de los gurús del Barça actual explicó el derrumbe de la 2006-2007 (cero títulos de seis posibles) por la plaga de separaciones y divorcios que se dieron entre los jugadores y entrenadores del primer equipo (hasta catorce documentadas) y recordaba que nada altera tanto la confianza que los futbolistas necesitan como un sonoro fracaso sentimental.
Honestamente, la cosa no parece tener remedio. Pero dejen que les despida con la frase de un sabio llamado Vidic, que afrontó el debate con incuestionable rectitud y hombría el pasado verano: «Mi mujer es infeliz con nuestra vida en Manchester, pero no voy a cambiar mi mentalidad: estoy contento con el equipo, con la ciudad y con las ambiciones del club». Tacatá.
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