La primavera asoma, La Banda busca delanteros y entrenador y comienza la auténtica competición. Son las cosas del mes de marzo, cuando el fútbol deja de ser un plácido ejercicio doméstico de fin de semana para convertirse en cuestión de vida o muerte (o en algo mucho más importante que eso).
Soplan hoy vientos de optimismo en esta Caverna más allá de la enésima exhibición de la Bestia Parda, que fíjense si fue grande lo que hizo que hasta sonrió. Hasta César y De Albert acabaron abrazados (1’57») para celebrar su hat trick. Pero el Barça dio ayer otros motivos para el optimismo. Supo sufrir en la primera parte y aguantar la portería a cero, con ese regalo llamado Milito mandando desde atrás. Y más importante, demostró que sus jugadores aún tiene vergüenza y, tras la segura bronca del descanso, rescataron su mejor nivel. Por momentos, en la segunda parte ya se vio a un equipo afinado, fresco y profundo justo cuando llega el Stuttgart y media temporada puede irse a Sandiós.
Vienen curvas pero hay más ganas que miedo. Lucir en el pecho la copa del campeón del mundo no es ninguna broma. Jugar como hicieron ayer, «con una velocidad sólo concedida a ciertos locos», que diría Bolaño, tampoco.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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