La corte de Luis XIV del Sumo Florentino quedó de nuevo retratada en Europa. Los bandoleros del verano, la colla de los 300 millones de euros, se estrellaron contra Le Villarat. Qué sabiduría y qué justicia la de este deporte llamado fútbol. Qué miseria la de esa Farsa, que chutó sólo ocho veces a puerta, por 17 el temible cuarto clasificado de la poderosa Ligue 1 francesa.
En la grada, pertrechado junto a Zidane, el peor jugador de la historia del PC Fútbol no entendía nada. A buen seguro lleva desde anoche sumido en complejos ejercicios fonéticos para tratar de pronunciar de manera aceptable dos nombres: Toulalan y Réveillère. Floren, que es muy de la portera de Núñez, no los había oído en la vida. Aun así, se bastaron para desnudar lo que en la prensa florentinocapitalina llaman «El Proyecto».
Toulalan es exactamente el tipo de futbolista del que el Inepto Superior diría que «no sabe dar un pase a diez metros». Un Makélélé, un tipo honeso, un currante sensato. A lo largo de nueve temporadas en la elite ha marcado un total de dos goles (vean cómo celebró el segundo, 17″). Pero qué lección dio anoche, dominando el centro del campo, esa zona del terreno que el Madrí se empeña en ignorar. Enorme también estuvo el soñador y verbenero Réveillère, un lateral sin humos que completó un partido perfecto ante Ronaldo y Kaká. Un día podrá contárselo a sus nietos.
Tras el partido, Valdano se escondió ante los micros. «No hemos sido nosotros», dijo. ¡Mentira! Sí fueron ellos: los que desprecian el centro del campo, la humildad y el espíritu de equipo. Qué lejos queda el 14 de abril. Qué difícil será ver a La Banda en semis. Qué bonito triunfo el de Toulalan y Réveillère.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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